Magnolias por Teatro Aire Frío, un latido necesario y violeta
Magnolias, bajo la dirección de Eduardo Eimil y Yaité Ruiz, es el más reciente estreno de Teatro Aire Frío, a desarrollarse en la Sala Adolfo Llauradó, a partir de este 7 de junio, con un elenco de actrices, que integran: Karina Alcina, Gabriela Álvarez, Flora Borrego, Sailín Carbonell, Danay Cruz, Leidis Díaz, Yazmín Gómez, Rosmery Guillén, Ingrid Lobaina, Osmara López, Darianis Palenzuela, Náyade Rivero, Minerva Romero, Yaité Ruíz y Tamara Venereo.
Magnolias, y en particular, la escena final de Magnolias —sin intenciones de hacer spoilers—, me lleva a pensar en las amigas, en mis amigas, por supuesto, esas que se sabe presentes, incluso tras bastidores, prestas para contener, amigas antes las cuales se puede mostrar vulnerabilidad y que nos conocen en muchas de nuestras versiones, buenas y peores, a quienes conocemos también en todas sus facetas, pero con las que existe un compromiso tácito, un acuerdo de no juzgar, pero sobre todo de amar, sí, amar incondicionalmente. Y es que una anhela, desde lo profundo del corazón más violeta, que sus amigas sean felices; y eso al ser algo en común con las protagonistas de esta obra, promueve la identificación del público, pero sobre todo del público femenino.
La adaptación que hace Eduardo Eimil, de Magnolias, para Teatro Aire Frío, parte de Steel Magnolias, una obra de teatro de Robert Harling que luego fuera adecuada al cine por él mismo, bajo la dirección de Herbert Ross, con un reparto de actrices, entre las que se encuentran las siempre paradigmáticas: Sally Field, Dolly Parton, Shirley MacLaine, Daryl Hannah, Olympia Dukakis y Julia Roberts.
Seis mujeres intervienen, en el archiconocido argumento de trasfondo cotidiano y tintes melodramáticos. En esta obra, escrita por un hombre, aunque protagonizada por mujeres, es preciso reconocer que los personajes, más que arquetipos de lo femenino, se presentan como estereotipos, clichés no siempre saludables, de lo que ser mujer puede llegar a significar, y por supuesto, aspiraciones de un ideal. La beatificación de la maternidad, resultado de una cosmovisión patriarcal de siglos, con un sustrato religioso —la madre, es una figura clave de un sinfín de cultos, que el cristianismo preserva en Occidente—, alcanza sus más altos cotos a lo largo de un texto, que tiene así en su exaltación, mucho de homenaje, en tanto se basó en la historia de la hermana de su autor. Explora el anhelo de ser madre por encima de todo, el sacrificio de las madres, el amor de madre capaz de templar en acero el alma; y el dolor, por supuesto, el dolor también, como una condición casi inherente y necesaria al rol…
Sin embargo, como mismo la obra consigue, gracias a la hibridación de géneros y en particular a su tono de comedia, escapar a convertirse en un denso culebrón, alcanza una comprensión sutil de lo femenino, al cobrar la relación entre las mujeres un papel central en la trama. Ha corrido mucha agua, desde la tradición de las beguinas, a la actual sororidad promovida por los colectivos feministas, promovida y rescatada —ya que, por aquello de “divide y vencerás”, durante muchos tiempos se nos quiso rivales—. Y, sin embargo, se mantiene lo esencial: ese reconocimiento mutuo, de hermanas, en que cada una sabe lo que cuesta ser mujer, incluso tras tantos avances en materia de derechos y reconocimientos, en que cada una siente que lo que le pasa a una, les compete a todas, y desea, por, sobre todo, la felicidad de sus amigas. Desde tales presupuestos, Magnolias, la actual propuesta de Aire Frío, es un latido necesario y violeta.
Escrito por Barbarella D Acevedo / El Caimán Barbudo