Mujeres de acero

Mujeres de acero
Foto: Cubaescena.

Magnolias de acero, o mejor, mujeres de acero, es el título de la obra que el dramaturgo Eduardo Eimil, director de la agrupación Aire Frío, adaptara de la original del escritor estadounidense Robert Harling, y lleva -en calidad de reposición- a las tablas de la sala Adolfo Llauradó, con éxito de público y de crítica.

Ante todo, habría que preguntarse: ¿qué son las magnolias? Flores de árboles longevos, resistentes, bellos, de disímiles colores, que simbolizan pureza, alegría, inocencia, perseverancia, nobleza, perfección, dignidad, resistencia. ¿Cuántos puntos de contacto podríamos encontrar entre esas flores y las mujeres, cada una con su esencia, poder y simbolismo?

Seis “magnolias o mujeres de acero” nos retan -desde el proscenio- a responder la interrogante que el espectador se debe formular una vez que se abra el telón y ellas se presenten ante el auditorio.

Esas mujeres nos convidan a comprenderlas, a acompañarlas, a sentir sus anhelos y logros. Seis representantes del sexo femenino, tan distintas entre sí, con vidas tan diferentes y con deseos tan plurales. Mujeres y magnolias, que tejen solidaridad en cada aliento, en cada palabra, en cada gesto, en cada emoción o sentimiento que expresan.

Sí, solidaridad infinita, capacidad compartida para apoyarse mutuamente, aun cuando haya diferencias no irreconciliables, saberse valiosas, únicas e irrepetibles, tomarse la mano, reír con las alegrías ajenas, aportarle la una a la otra.

Seis intérpretes, y toda una acogedora sala de teatro, llena de mujeres/hombres/flores, que absorben sus miradas, sonrisas, gestos, saltos, abrazos, llanto y tristezas.

La comedia, con marcados tintes dramáticos, no provoca la risa pueril o la risa superficial, vacía de contenido. Esa obra propone reír, sí, como es obvio, pero invita a entrelazarnos con pensamientos femeninos -¡ojo, no feministas!-  para entender los comportamientos que los “inconvenientes” de ser mujer conllevan.  Y, ante todo, propone eliminar rivalidades, distancias, diferencias, estereotipos estáticos, para adoptar decisiones o asumir riesgos que es necesario correr para alcanzar la verdadera libertad: “la de pensamiento y espíritu”, según José Martí.

El elenco actoral es de lujo. La versión de esa puesta en escena contó con la valiosa colaboración de la primerísima actriz Yaité Ruiz, quien junto con Eduardo Eimil no se limitó solo a seis “mujeres/magnolias/actrices”. El elenco se nutre de más, con el objetivo de alternar y diversificar la mirada, aunque el texto no sea objeto de cambios esenciales en su estructura.

A Yaité se le unen en el escenario las carismáticas actrices Karina Alcina, Gabriela Álvarez, Flora Borrego, Sailín Carbonell, Leidis Díaz, Jazmín Gómez (¡magistral interpretación!), Rosmery Guillén, Tamara Venereo, Ingrid Lobaina, Danay Cruz, Osmara López, Darianis Palenzuela, Náyade Rivero, Minerva Romero (muchas de ellas conocidas y aplaudidas por el público cubano por su participación en telenovelas, así como en otras puestas en escena).

Esas actrices, cada una de ellas muy bien en el personaje al que le prestan piel y alma, demuestran que son poseedoras de la excelencia artístico-profesional que las caracteriza, pues dominan al pie de la letra todos y cada uno de los recursos teórico-conceptuales y prácticos adquiridos en la academia (incluidos el lenguaje verbal y gestual, la capacidad no solo de acariciar el intelecto y alimentar el espíritu del espectador, sino también de hacerlo reflexionar o meditar (hacer silencio para escuchar los sonidos que emite nuestro yo, el auténtico, el verdadero).

Magnolias de acero es una obra que ningún amante de las artes escénicas cubanas debería perderse.

Jesús Dueñas Becerra