Pacho Alonso, la creación de un estilo

Pacho Alonso, la creación de un estilo
Foto: Periódico Sierra Maestra

Con una carrera memorable en los géneros tradicionales de la música popular en Cuba, Pacho Alonso representó uno de los intérpretes más emblemáticos en el universo musical cubano. Desde sus inicios en Santiago de Cuba hasta su impronta en La Habana y su papel al frente de varias agrupaciones, se conjugaron en él la familiaridad y el acervo de las tradiciones desde la aprehensión no solo de los estilos y tendencias que lo antecedieron y compartían espacio en los escenarios, sino también a partir del reconocimiento de aquellos elementos básicos en el asentamiento del disfrute y el sentir del público.

“Fue un auténtico intérprete del bolero, el cual dominaba con un estilo expresivo muy peculiar; que en ocasiones, por no decir todas, rubricaba un trasfondo muy cercano al modo feeling. Quizás esto lo llevó o incluir en su extenso repertorio composiciones emblemáticas de Frank Domínguez, Martha Valdés, José Antonio Méndez, Ela O’ Farrill y Tania Castellanos. Pero además, su repertorio incluyó creaciones de Bobby Capó, Enrique Bonne, Pedro Vega, Juan Almeida, y Rubén Rodríguez, en las que no ocultaba en cada interpretación suya, el aliento filinero en la expresión, delimitando que la obra de estos creadores distaba de este estilo”. Así lo recordó el investigador y musicólogo José Reyes Fortún para quien Pacho se inscribe en la historia musical cubana como uno de los mayores exponentes del buen cantar.

Pero quizá uno de los elementos más reconocibles de su carreara haya sido la imposición de un estilo particular. Como afirmó Rosendo Ruíz Quevedo: “(…) fue un denodado defensor de lo mejor y más legítimo de nuestra música popular, por eso no olvidaremos su estatura de músico, su carácter abierto, su sonrisa franca y su criolla jovialidad”. De esa suerte perduran sus temas, sus discos y la tradición arraigadas en su descendencia. Al decir de la periodista Susana Méndez: “(…) su voz incomparable que era todo feeling, su picardía, su modo de susurrar las frases y entrecortarlas, entraron rápidamente en el imaginario de la nación cubana (…)”.

Para el musicólogo Helio Orovio, Pacho: “(…) aportó dos cosas a nuestro canto popular. Una manera de decir el bolero con una cadencia y un aire que definirían como propios de los boleristas orientales, en que se rompe la acostumbrada secuencia rítmica de este género y adquiere un modo más libre, muy emparentado con el estilo feeling. En otra dirección, habría que ubicar su manera de cantar el son, en que la sabrosura oriental se mezcla con ciertos acentos y expresiones evidentemente incluidos por las formas soneras más elaboradas y no ajenas a la música popular del momento. Pacho basó sus interpretaciones en elementos rítmicos inspirados en las músicas de la franja sur de Oriente, donde sentimos el toque del cocoyé y de los tambores de la tumba francesa. Principalmente, el diseño rítmico que realizaban el timbal, los dos tambores y el contrabajo venían a reproducir muchos de los aspectos de esas formas afro-haitiano-cubanas”.

En ese entresijo destacan, entre otros, su rol en la constitución del pilón como género, de la mano del dueto que conformó junto al compositor Enrique Bonne, y la adquisición de sonoridades tímbricas más contemporáneas en la conformación de Pacho Alonso y sus Pachucos.

Como observó el poeta, escritor e investigador Sigfredo Ariel:

“Aunque ensayó luego con otros ritmos (el upa-upa, el simalé…), que consiguieron el favor del público dentro y fuera de la Isla, fue el pilón —que se goza ‘sin miseria’— la gran novedad que trajo Pacho Alonso en lo bailable en un momento en que si algo no faltaba en Cuba eran experimentaciones en este sentido. Su popularidad se mantuvo mientras otros músicos, más jóvenes, traían otras buenas nuevas. Cantó en la sala Chaikovski de Moscú tal como lo hacía en la Trocha o en el Malecón: el feeling con el son montuno, el bolero vitrolero con el pa’cá o la guaracha pícara y la balada. Cantó desde El manisero de Simons a La palabra adiós, de Roberto Carlos”.

Alonso falleció el 27 de agosto de 1982. Su legado continúa, más allá del tiempo y los recovecos del destino. En palabras de Ariel:

“La frase hecha ‘imponer un estilo’ pocas veces ha tenido un sentido más certero que en su caso: antes de Pacho Alonso no había quien se le pareciese en la interpretación, y después, es difícil encontrar un émulo o imitador que siquiera se le aproxime. Lo que aprendió de otros lo metabolizó con naturalidad: como se dice en la calle, era algo que ‘estaba en él’”.

Lázaro Hernández Rey