Pensar la riqueza expresiva del cine cubano, aportes de clásicos y sus continuadores

Cultura y comunicación son conceptos claves en el panorama audiovisual contemporáneo. En él lideran hibridaciones, diversos lenguajes, actos de ver, en los que influyen imaginarios individuales y colectivos, legados de clásicos imprescindibles, así como renovaciones aportadas por creadores jóvenes. Para los públicos el cine continúa siendo una prioridad debido a su expresividad artística.
Guionistas y realizadores suelen tener la certeza de la importancia del guion en la estructura inicial de la obra y su incidencia durante el avance creativo de filmes, documentales y animados, pero este no basta; la puesta se nutre o empobrece durante el proceso de promiscuidad creativa, ya que implica a todos los miembros del equipo participante: productores, fotógrafos, actores, actrices, sonidistas y editores. Proliferan en las redes formatos donde se aprecian diferentes maneras de contar historias sobre amores, tensiones, angustias. ¿Qué hacer para colocar en la mira una ética cuya naturaleza dialogue con lo real nuestro? Conocernos y reconocernos propicia batallar contra el vasallaje de la industria hegemónica del entretenimiento.
Filmes y documentales valiosos producidos en Cuba seducen a espectadores en el mundo. Nunca lo olvidamos, mediante sus particulares legados, los maestros cineastas Humberto Solás, Fernando Pérez, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea, entre otros nombres significativas anclaron perspectivas renovadoras en sus particulares narrativas ficcionales. Nunca fueron complacientes con realidades circundantes. Acudieron a la riqueza del arte para plantear inconformidades ante banalidades, burocracias, y conflictos sociales de amplia connotación en la sociedad cubana.
Urge privilegiar proyectos audiovisuales que beneficien la apreciación de jerarquías artísticas, códigos novedosos, valores autóctonos y universales. Estos propósitos exigen intencionalidad y acciones de impacto en el escenario mediático. ¿Cómo lograrlo? Mediante estrategias comunicativas protagonizadas en la práctica por la descolonización cultural, y el intelecto pleno de ideas y pensamientos.
Jóvenes cineastas formados en el sistema de enseñanza artística son conscientes del aquí, el ahora y de la validez de los clásicos. Resignificarlos demanda conocerlos. Un ejemplo notable en este sentido es el del cineasta Alan González, guionista y director de La mujer salvaje, filme premiado en Cuba y otros países. Sin intenciones didácticas, la cultura debe formar parte de contenidos y géneros; lo esencial es influir en los saberes, las experiencias y el gusto estético de las mayorías.
Es preciso motivar la lectura empática de las emociones. Esta activa los niveles racionales y amplía la capacidad de identificación con los demás. De ningún modo por azar insistimos en ella. El acto de añadir realidad a lo real nutre la visualidad de lo auditivo en películas y producciones audiovisuales. Problemáticas planteadas en puestas renovadas propician comprender el mundo de perplejidades. Ninguna es simple, transitoria o pequeña. La vida tampoco lo es. Lo sentimos sin límites de idiomas o fronteras. Ciertamente, ver y comprender el cine no solo como mero divertimento alerta la conciencia y descubre sensaciones, a veces insospechadas sobre caracteres personales y preocupaciones infinitas. Pensémoslo.