Raquel Revuelta: Fuego y magisterio en la escena cubana
En la historia cultural del mayor archipiélago de las Antillas, el nombre de Raquel Revuelta se erige con luz propia; una mujer cuya vida se confunde con la propia evolución del teatro y el cine nacionales.
Actriz, profesora y directora, Revuelta no solo interpretó personajes; encarnó las pasiones, contradicciones y anhelos de toda una época. Su trayectoria, marcada por un talento formidable y una férrea disciplina, dejó una huella imborrable que sigue inspirando a las nuevas generaciones de artistas.
Revuelta nació en La Habana el 14 de noviembre de 1925, en el seno de una familia donde el arte dramático era el aire que se respiraba. Hija de los actores Silvia Planas y Vicente Revuelta, y hermana del también genial Vicente Revuelta, su destino parecía estar marcado por el arte escénico. Con apenas once años, en 1936, inició su camino en programas radiales diseñados para descubrir nuevos valores, como La Corte Suprema del Arte y La Escala de la Fama. Esta formación temprana y empírica forjó en ella un amor profundo por la profesión.
Su compromiso artístico estuvo desde el principio ligado a una conciencia social progresista. En 1941, siendo aún una adolescente, fue fundadora del Teatro Popular, un proyecto que buscaba acercar las artes escénicas a los sectores populares.
Paralelamente, comenzó a trabajar en la emisora 1010 del Partido Socialista Popular y fue miembro de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, que agrupaba a los artistas e intelectuales más comprometidos de la época. Su primer gran éxito lo obtuvo en 1947 con la obra Nada menos que todo un hombre, por la que se ganó el Premio Talía a la mejor actuación femenina. Sin embargo, fue en 1956 cuando su carrera alcanzó un punto de inflexión con el protagónico de Juana de Lorena, una obra que le abrió las puertas de todos los medios de comunicación y consolidó su reputación como una fuerza actoral de prestigio.
El año 1958 marca un momento crucial no solo para Raquel, sino para todo el teatro cubano. Junto a su hermano Vicente, Sergio Corrieri y otros artistas, funda el grupo Teatro Estudio. La primera puesta en escena del grupo, Viaje de un largo día hacia la noche de Eugene O’Neill, fue un auténtico acontecimiento cultural. La obra se mantuvo en cartelera durante varios meses y obtuvo cuatro premios de la Asociación de Reporteros Teatrales y Cinematográficos, siendo considerada por la crítica como “la experiencia teatral más fecunda y uno de los grandes momentos del teatro cubano del siglo XX”.
Teatro Estudio se convertiría en una de las agrupaciones más emblemáticas de la Isla, con un repertorio de una calidad extraordinaria. Bajo el liderazgo de Revuelta, el grupo abarcó desde piezas de autores cubanos -que constituían casi el 50 por ciento de su producción- hasta el teatro clásico español, el teatro moderno y obras de autores latinoamericanos y de los entonces países socialistas, como Bertolt Brecht, Vladímir Mayakovski y Máximo Gorki. La primera obra que estrenaron en 1959, El alma buena de Szechwan, de Brecht, fue considerada como un verdadero acontecimiento en el primer acercamiento a la obra del gran dramaturgo alemán. Durante casi cuarenta años, Raquel dirigió este proyecto, que fue aspiración y fuente de enseñanza para innumerables actores, manteniendo siempre una disciplina férrea y una profunda vocación artística.
Aunque el teatro fue su gran pasión, el cine y la televisión cubanos no se pueden entender sin la poderosa presencia de Raquel Revuelta. Su primera actuación fílmica la realizó en 1953, y a lo largo de su carrera participó en películas que son hoy hitos fundamentales de la cinematografía nacional. En ella destacan títulos como Soy Cuba (1964), Lucía (1968), Cecilia (1982) y Un hombre de éxito (1985).
En la pantalla chica, se convirtió en primera figura. Protagonizó dos programas semanales y encarnó a uno de sus personajes más memorables: Doña Bárbara, en la adaptación de la novela de Rómulo Gallegos. Este rol, según el crítico Norge Espinosa, era una “Doña Bárbara insuperable, cuya maldad me acosa desde los sueños de la niñez”. Quienes la conocieron decían que era verdadero fuego y totalmente dueña de su expresión, una cualidad que trasladaba a cada uno de sus personajes, dotándolos de una vida y una intensidad inconfundibles.
Más allá de los reflectores, Raquel Revuelta consagró una parte fundamental de su vida a la formación de nuevas generaciones de actores. Su labor como profesora fue tan meritoria como su carrera artística. Fue reconocida como Profesora Titular del Instituto Superior de Arte (ISA), e incluso se desempeñó como Decana de su Facultad de Artes Escénicas. En 1985, este centro universitario le confirió el título de Doctora Honoris Causa en Artes.
Su método de enseñanza era riguroso y profundo. La mayoría de los actores que participaron en sus clases elogiaron sus enseñanzas por la exactitud de sus métodos, el conocimiento de los recursos, y la importancia que daba al bien decir. Jamás admitió una actitud frívola hacia la profesión, inculcando en sus alumnos la disciplina y el amor por el arte dramático como un compromiso de vida. Para ella, el teatro no era un simple oficio, sino una vocación por la que se vive.
Raquel despertaba admiración, respeto y, como toda personalidad arrolladora, ciertas controversias. Espinosa la describió como una mujer tan polémica como saben serlo los grandes talentos, una figura que incluso a pesar suyo, se sabía trascendente y, por encima de todo, se había erigido en la actriz cubana más admirada, tras haber desplazado a otras que le podrían disputar ese papel tan grande y ambicionado por muchas.
Raquel Revuelta falleció en La Habana el 24 de enero de 2004. Sin embargo, su presencia sigue viva en cada rincón del quehacer teatral y cinematográfico cubano. Por su meritoria labor, recibió las más altas distinciones, como la Orden Félix Varela, la Medalla Alejo Carpentier, la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Teatro en 1999.
Su vida fue un viaje de entrega absoluta al arte, un viaje cuyo destino final fue la inmortalidad que solo conceden el talento, la pasión y la enseñanza. Raquel Revuelta, contradictoria, magistral y única, sigue viva en la memoria artística de Cuba.

