Richard Egües, virtuosismo, elegancia y sabor

Richard Egües, virtuosismo, elegancia y sabor
Foto: Radio Cadena Habana.

Hay hombres que acentúan un sello personal, un timbre de singularidad y la presencia incomparable que les permiten convertirse en símbolos, en emblemas de la cultura. Es el caso de Richard Egües (Eduardo Richard Egües Martínez), el más célebre de los flautistas populares cubanos.

Durante 29 años (1955–1984) fue una figura imprescindible en la reconocida Orquesta Aragón, improvisando en complicidad con el público, con temas y floreos muy especiales y únicos, primero con su flauta de madera de cinco llaves, como nunca nadie lo había logrado en el mundo, y luego con la del sistema Bohm.

Esos sonidos, hasta ahora irrepetibles en la historia del formato charanguero cubano, se expandieron también al son montuno. Devino como un Maestro de la música de todos los tiempos, bajo cuyo ritmo bailaron y se deleitaron varias generaciones de cubanos y foráneos.

Para orgullo de Cuba, este hombre virtuoso que nació el 26 de octubre de 1924, hace 99 años, en el poblado de Cruces, en la entonces provincia de Las Villas, gozó de gran popularidad y reconocimiento por sus significativos aportes a la música cubana.

Con singular maestría compuso letras musicales de un gran sabor a pueblo, lo que aumentó su reputación entre los conocedores de los ritmos y entre la gente sencilla, pero sensible ante lo bueno en cuanto a calidad musical, a ritmo incontenible para los pies, a largos pasillos en largas noches de festejos. También el público oyente se acostumbró a escuchar el sonido de su flauta.

Entre sus piezas autorales más memorables destacaron: Sabrosona, El Trago, La muela, La cantina, El Paso de Encarnación y el chachachá que le diera la vuelta al mundo, El bodeguero, con su inolvidable estribillo de “toma chocolate, paga lo que debes”.

Igualmente compuso sones montunos que obtuvieron un alto nivel de popularidad y difusión en el mundo, boleros, guarachas, canciones, baladas, guajiras y otros géneros de la música popular cubana, que han sido versionados por disímiles cantantes de todos los tiempos. Incluso incursionó exitosamente en el campo de la música clásica.    

La destacada poetisa Nancy Morejón, plena de cubanía, lo describió en sus versos: “Todos pedíamos su presencia alrededor de su mesa caoba/ El oro del hogar se derrumbó sobre sus hombros/ Misteriosamente/ Maravilloso estar entre nosotros Richard/ Con esa flauta sola”.

Egües, sin dudas un notable músico, sentó una flautística aún poco estudiada, y toda su obra y vida fueron una reafirmación de la cubanidad, de su cultura y raíces revolucionarias. No nació con una flauta debajo del brazo, como pensaba la mayoría de quienes lo conocían. “Lo de la flauta, casi fue un milagro”, reconoció una vez. Tocaba, además, piano, clarinete, saxofón y un poco de bajo.

La obra de Richard Egües constituye un documento sonoro relevante para la música y la cultura cubanas por su ritmo tan contagioso y su armonía, logrando una comunicación perfecta con el público y los bailadores, quienes lo identificaban a cada paso.

En su pueblo han quedado su impronta y esas esencias de la expresión de un mago del instrumento, con un toque de gracia y una innegable necesidad de hacer buen arte que siempre lo acompañaron.

Ana Rosa Perdomo Sangermés