Salvador Wood: Cuando actuar es sinónimo de vida

Salvador Wood: Cuando actuar es sinónimo de vida

“(…) yo vine a saber que existía un libro para enseñar a actuar, de un tal Stanislavsky ruso, ya después que triunfó la Revolución, y me alegró, pero te confieso que nunca lo leí completo, porque lo que hacía era reafirmarme lo que para mí ha sido siempre la actuación, y lo resumo en una palabra: sinceridad”.

Así definió su profesión Salvador Juan de la Cruz Wood Fonseca. Varias generaciones de cubanos recuerdan su impronta con cariño. La memoria de quien interpretó personajes icónicos en la cinematografía nacional y trazó lazos igual de firmes en la radio, el teatro y la televisión no dejó indiferente a sus contemporáneos.

Nació el 24 de noviembre de 1928 en Santiago de Cuba. Desde temprana edad incursionó en el teatro y la radio, y se convirtió en un representante destacado en tierra santiaguera en esas manifestaciones. Más tarde, su trabajo atestiguaría la formación de uno de los representantes más versátiles y consistentes en el país.

Sus habilidades histriónicas marcaron pauta en una de sus primeras interpretaciones en un programa radial como uno de los estudiantes de medicina asesinados el 27 de noviembre y en la puesta teatral Don Juan Tenorio, de Zorrilla, en una función organizada por José María Béjar, en Santiago de Cuba, como parte de las presentaciones del Cuadro de Comedia y Arte Dramático.

Cepillo, para los conocidos, tuvo por entonces entre sus referentes a Alejandro Lugo y Juan Carlos Romero, a quien asocia el origen de su apodo: “(…) le ponía nombrete a todo el mundo. Me lo puso porque yo tengo un pelo rebelde y se pone como un cepillo cuando me lo corto bajito”.

El talento del joven Salvador no era ajeno para los productores de la época. Cuando arriba a La Habana ya constituía una figura relevante en el Oriente. En 1952 debuta en la televisión en un programa de Paco Alfonso, liderado por Jesús Cabrera en el Canal 2. Ello consolidaría las bases de quien interpretaría más adelante En silencio ha tenido que ser y Los comandos del silencio.

Su proyección en diferentes manifestaciones refrenda una dedicación constante, respaldada por el talento forjado en base a una formación autodidacta.

Wood estuvo en el exilio en Venezuela. Tras el 1ro. de enero de 1959 continuó entregando su arte y debuta en el cine en el documental Chinchín, filmado en Jovellanos, Matanzas.

Más tarde estaría en clásicos de la filmografía cubana como Soy Cuba, La muerte de un burócrata, Las doce sillas, El brigadista, La segunda hora de Esteban Zayas y Listos para la Isla.

Salvador y Yolanda.

En el período pudo compartir con su esposa, Yolanda Pujols en un programa en el cual interpretó a José Martí, y su cónyuge, a Carmen Zayas Bazán. Otro epítome de colaboración familiar fue El brigadista (1976), donde contó con la presencia de su hijo, Patricio Wood, en el filme dirigido por Octavio Cortázar.

“A mí me gusta que mi actuación se aproxime, lo más posible, incluso lo más discretamente posible, a la comicidad. Me gusta buscar personajes que se relacionen, o me obliguen a relacionarlo, con un hecho que puede provocar comicidad. Y esto no se hace fácil si se trata de aproximarlo a una obra dramática, rozar el drama con toques de humor, eso no es fácil, pero yo lo persigo, porque siempre es beneficioso promover en el público, al menos, una sonrisa”, destacó en una ocasión.

Partícipe de las demandas de su época, Salvador abordó el presente con un compromiso ajeno al paso del tiempo. Su vocación, impertérrita, salvaguardó una herencia que dio frutos considerables. Su actuación, aprendida sobre la marcha y con la atención que solo la urgencia del compromiso y la práctica pueden ofrecer, se convirtió en una presencia distintiva para el público.

Interpretó cerca de una veintena de personajes campesinos durante su vida. Hablar de estereotipos llevaría a resultados parciales si no consideramos su huella en el teatro, la radio, la televisión y el cine.

La inmortalidad, por exceso, se rebela juiciosa por cuanto depende de una existencia humana, por naturaleza, destinada a perecer. Sin embargo, y mientras el recuerdo perviva como una de las herramientas necesarias para construir la historia, Wood conservará su lugar (uno alto) en la cumbre de referentes actorales en Cuba.

Citar sus anécdotas ayuda. Rememorar sus filmes, complementa. Evocar su carrera es menester cuando celebramos su natalicio. No obstante, lejos de las palabras habituales y de las formas en la ocasión, es preciso entender que Salvador Wood fue más que él mismo.

Tanto los detalles breves y pequeños como los más excelsos y renombrados atestiguan de forma integral a un hombre que nos enseñó, con maestría y entrega, cuán lejos puede llegar la pasión por un sueño cuando actuar es sinónimo de vida.

Lázaro Hernández Rey