Sindo Garay en las notas de la inmortalidad

Sindo Garay en las notas de la inmortalidad

La huella que dejó en la cultura cubana el gran Sindo Garay (1887-1968) es indestructible, por su pasión hacia la buena poética en sus composiciones, su amor por el bolero entre otros géneros musicales y sus años de entrega con inmensa cubanía a la trova tradicional.

Se le recuerda este 17 de julio, a 55 años de su fallecimiento, no solo en su tierra santiaguera natal, sino en todo el país y más allá de las fronteras, porque fue un artista  que escaló las altas cumbres de la trova cubana sin poseer estudios de academia, siguiendo un impulso más bien empírico, con un oído finísimo para crear las más hermosas letras y melodías, con esa inspiración que emanaba de las vivencias.

No por casualidad ha sido valorado como uno de los genios de la cancionística cubana de todos los tiempos y uno de los cuatro grandes de la trova tradicional. Cuba vibró al compás de sus 101 años de vida sintiéndose orgullosa de aquel genuino creador, con una voz segunda insuperable, que sobresalía por la exactitud armónica.

Una vasta obra de prolífero compositor (con más de 600 creaciones) legó para aquellas y futuras generaciones, entre las que destacan piezas antológicas como Perla Marina (“…Tú eres el ángel/con quien yo sueño/extraño idilio/de los poetas”), La tarde (“La luz que en tus ojos arde/si los abres amanece/cuando los cierras parece que va muriendo la tarde..”.) y Mujer bayamesa en la describe la fuerza y valentía de la mujer cubana:  “Lleva en su alma la bayamesa/tristes recuerdos de tradiciones/cuando contempla sus verdes llanos/lágrimas vierte por sus pasiones./Ella es sensible, le brinda al hombre/virtudes todas y el corazón/pero si siente de la Patria el grito,/todo lo deja, todo lo quema,/ese es su lema, su religión”.

A él lo inspiraba lo mismo un paisaje que un rostro femenino, por eso le cantó al amor y al desamor, pero sobre todo a su tierra natal, a la que amó siempre con todas sus fuerzas.

En su amplio repertorio también figuran otras importantes composiciones como Rendido, Labios de grana, , Retorna, La baracoesa, Adiós a La Habana, La alondra, El huracán y la palma, Fermania, Rayos de oro, Tardes grises, Ojos de sirena y Guarina.

Sus creaciones no escaparon de la visión de lo acontecía en Cuba, por eso Sindo incursionó también en la canción de compromiso político a partir del alzamiento de los independientes de color, hecho sobre el cual escribió tres temas: La mulata sandunguera, La profecía y Clave a Maceo.

Su reseña biográfica recoge cómo sirvió de mensajero a los patriotas cubanos durante las luchas por la independencia en el siglo XIX, así como que conoció a importantes patriotas de su tiempo como Guillermón Moncada, José Martí, Julio Antonio Mella, Fidel Castro… además de personalidades de la cultura.

De la mano de su maestro Pepe Sánchez, quien fuera director y fundador del famoso Quinteto de Trovadores santiaguero, y su único maestro musical, Sindo además incursionó en alguna que otra criolla, guaracha y algún bambuco (danza  bailada por una pareja), influenciado por el quehacer colombiano.

De sus raíces musicales, en una ocasión confesó: «En mi casa siempre había una, dos y hasta tres guitarras, sin contar las de mamá y papá«.  Su casa era espacio habitual de trovadas y descargas. Desde ahí, le nació ese don sublime para expresar, a través de su garganta y sus manos sobre la inseparable guitarra, las bellas composiciones.  

En ocasión de conmemorarse cinco décadas y media de su partida física, no faltarán las flores frescas y las canciones  junto a la tumba que guarda sus restos mortales en el cementerio de Bayamo, así como su natal Santiago de Cuba, como símbolo de admiración y cariño, de compromiso del pueblo con la eternidad de su hermosa obra musical.

Ana Rosa Perdomo Sangermés