Sosabravo y la vida de la pintura

El color, refulgente, cálido, pintoresco y alegre, halla en la obra de Manuel Alfredo Sosabravo un caudal más para exponer el espíritu creador de su portador, quien con sus trazos ha logrado un reverso útil, un vaso medio lleno, una faceta optimista de la vida ante todo y todos, que supera en esencia toda maleabilidad oculta en los destinos inciertos de la posteridad.
En el recaudo emocional en sus creaciones, Sosabravo cultiva una estela original y única, identificable en la distancia, que no limita sus abordajes a un solo género, manifestación ni corriente específica. El dominio del grabado, el dibujo y la cerámica, consecuencia del interés y la necesidad como factores predestinados a la exploración, no pueden ocultar ese interés genuino y primario por la pintura, una especie de interpretación del ser cultivada desde primeros años y sin la cual es imposible definirlo. “La pintura es el inicio y el final de mi experiencia artística”, expresó en una ocasión.

Ingeniar un acercamiento ajeno a la creatividad propia de él resulta improductivo, más cuando las colecciones, por más amplias y reconocidas, sólo ofrecen una visión de un universo figurativo consagrado por Alfredo durante toda su existencia. La realización de dicho espacio, real y mágico, tiene como impronta el reflejo de Cuba, de su forma y sus colores.
“Es un artista terrenal. La expresión de su ejercicio vital brota espontánea de la tenacidad propia de su investigación sobre la naturaleza del individuo. Dota a sus creaciones de un hálito de magia y encantamiento propio de un niño que dibuja, pinta, compone y crea asociaciones para sentirse complacido con el enunciado de la dinámica de su creatividad, puesta en función de expresar su mundo íntimo y contextual mediante una sólida formación factual”, comentaba sobre él la crítica Hortensia Montero.
Otra gran pluma que ha tocado su trayectoria en varias ocasiones, Toni Piñera, refería esto con respecto a la obra de Alfredo:
“(…) siempre ha estado pleno de vías de trabajo y rebosante de imaginación, permeando su creación con un conjunto de características latentes en cada labor. A saber: una síntesis de elementos llegados de la nueva figuración, el pop y hasta del arte popular: fusión de formas orgánicas con otras tomadas de mecanismos construidos por el hombre; espontaneidad, humor y frescura, así como un oficio y una invención inagotable. Es que estamos ante uno de esos artistas que han reflejado en nuestra plástica el sentido lúdicro de la sicología social del pueblo cubano, de manera muy original”.
La configuración de personajes y espacios llegan de esa forma a engalanar un universo imaginado sobre el sentir de aquellos detalles originales y propios que no escapan al pulso de la sensibilidad.
Para muchos críticos Alfredo es uno de los creadores más originales de la plástica cubana. La investigadora Lliliam Llanes destaca la sensibilidad basada en el amor hacia la naturaleza y las pequeñas cosas que la habitan, y el reflejo reinterpretado del mundo de la infancia. Dicha espiritualidad, según comenta, puede explicar una trayectoria capaz de sobreponerse a la penuria material y entregarse a la búsqueda de la belleza, cualidad ante la vida que lo distingue tanto como ser humano y como artista por su generosidad y amabilidad proverbiales.
“En todo caso, su perspectiva de análisis siempre ha estado matizada por una fe en el destino del hombre y en sus conquistas, así como en el poder incontrastable de la naturaleza. Es esa visión del mundo cargada de optimismo, lo que ha hecho que incluso los seres fantásticos a los que apela para desarrollar sus ideas, no se aferren a un ideario vinculado a la destrucción ni a ese dramatismo devastador común en otros figurativos. En la práctica, su fino sentido del humor lo ha protegido de la carga negativa que algunos problemas tratados por él reflejan”, afirma Llanes.
Por tanto, hay que ver a Sosabravo en toda su extensión, en la humildad de su trabajo, en la superación del lienzo en blanco o la idea que todavía no se materializa, y en diálogo con su realidad, nuestra realidad, que adquiere otra relevancia ante su mirada, libre de los “ismos” y conceptualizaciones forzadas: abierta a cuando de enriquecedor y avispado tiene que ofrecer la subjetividad en su mejor disposición (que en este caso entraña el descubrimiento y la fascinación a partes iguales).