Telefilme Invisibles y su puesta en escena
La pasión de contar o escuchar historias suele tener asideros con la vida real o lo que creemos que es la vida real. En este sentido es elocuente el telefilme Invisibles, transmitido por Cubavisión, a las 2:00 p.m., en la revista sabatina Una calle, mil caminos.
Dado el valor social de la ficción sobre el suicidio en la adolescencia y los habitantes de calles, les sugerimos pensar juntos el concepto de la puesta.
En su estructura dramatúrgica los telefilmes responden a necesidades afectivas inmanentes de conflictos “ocultos” o callados. Invisibles, con guion de Amílcar Salatti, dirigido por Magda González Grau, fue al meollo de angustias lacerantes, estas atañen, sin distinción, a la sociedad cubana. Los habitantes de calles y el suicidio en la adolescencia constituyen realidades-otras propias, a la vez ajenas, familiares, en apariencias lejanas ¿o que no queremos ver?
El hecho de llevar esa carga conmovedora de tanto dolor y continuo colocar en la cuerda floja exigió aportes de un equipo creativo investigador, estudioso, sensible. ¿Qué hacer para interiorizar ese mundo de la vida apenas descubierto? Aunque el proyecto Quisicuaba lo asume en el centro de vida asistida. ¿Existía un método o caminos establecidos? El arte aportó textos y actos llevados hacia adelante por el primer actor Osvaldo Doimeadiós, y el virtuoso y joven actor José Raúl.
Sin duda, entre ambos creció la parte sumergida del iceberg al ofrecer sugerentes universos de perplejidades. Ironías, audacias, miradas, propiciaron el movimiento entre el sentido del límite y el saber ir más allá que oscila entre lo austero del tono, el patetismo, la contención de las situaciones dramáticas en pos de lograr amplias gamas de interpretaciones.
Sentirse solo, desprotegido, rechazado, excluido, constituyen males opresores del ser y el acontecer del habitante de la calle y del adolescente o joven que premedita el suicidio. ¿Cómo alguien puede llevar parte de la vida familiar en una mochila? ¿Por qué necesitas la muerte cuando, al parecer, vives muy bien? Esas atmósferas creadas por Rafael García, director de fotografía y editor, revelan nociones de hegemonía vivencial reiteradas intencionalmente en la ficción narrativa. Tanto es así, lo sentimos devienen un personaje esas atmósferas. La música de Magda Rosa Galbán y Juan Antonio Leyva bordan metáforas centradas en la espiritualidad, sin intentar indagaciones antropológicas o sociológicas, confirman la vigencia del respeto, el deseo de conseguir el amor sin alharaca.
Al analizar el concepto dramatúrgico de la puesta emergen preocupaciones filosóficas, sobre actitudes, procederes, angustias, banalidades. Invisibles alerta, lo que no se visibiliza, no existe. Estudiar las imágenes y sus valores connotativos en el mundo de hoy y el de mañana debe ser prioridad en el quehacer de los artistas y en la recepción participativa de los públicos.
Estos tiempos de inusitada dinámica mediática exigen hacer pensar buceando en esencias íntimas. Lo visto en el telefilme merece ser analizado como cultura en movimiento, pues fluye con cargas de condicionamientos sociales y discursos de poder.
Invisibles tiene su particular distinción simbólica, una manera propia de decir. Nunca lo olvidemos, el lenguaje modifica, transforma condiciones del comportamiento del sujeto hablante y del destinatario. No basta la corrección de las palabras, la gramática visual propone sistemas de pensamientos que aportan mensajes sugerentes, provocadores.
Sin duda, la propuesta del telefilme es audaz, valiente y hace reflexionar sobre lo no visto, aunque, en ocasiones, ocurre ante nuestros ojos.