Valoraciones sobre la telenovela cubana Regreso al corazón
No existe algo más codiciado que el secreto de los demás. Llevarlo hasta las últimas consecuencias unido a la sospecha de la reivindicación de quien lo guardó celosamente requiere un proceso largo, íntimo y complejo. Este es un elemento atractivo esencial de las telenovelas, que en Cuba cautivan a los públicos desde tiempos inmemoriales. Debido a la connotación perceptiva del género, es objeto de estudios de las ciencias de la comunicación. Mediante presupuestos metodológicos y conceptuales indagan sobre el lugar de la ficción narrativa en la constitución del imaginario social.
Pensemos sobre la reciente puesta cubana Regreso al corazón, con argumento y guion de Alberto Jaime Salmón y Yoel Monzón, dirigida por Eduardo Eimil y Loisys Inclán, en la concepción general.
La telenovela acudió a preceptos del melodrama. En este género dramático domina el triunfo de la virtud. Esta es perseguida en la trama mediante actuantes básicos: la víctima, el villano, el héroe. La ruptura de las armonías familiares recurrentes en el discurso telenovelesco, lideró en un transcurso de 78 capítulos que intentó ser abarcador de problemáticas humanas complejas, cotidianas y sensibles.
No obstante, intentar verlo todo con intención de totalidad frustró el desarrollo coherente de acciones subordinadas –mal llamadas subtramas-. En la dramaturgia de la telenovela son posibles; pero requieren una sustentación de intento, oposición y cambio de equilibrio. Por ejemplo, el tratamiento del personaje femenino enfermo de Alzheimer quiso validar la preocupación familiar reiterada hasta el cansancio. Fue llevada y traída sin variaciones en el planteamiento.
Tampoco la inclusión del transformismo en el relato tuvo la proporción y el aprovechamiento requerido para hacer más efectiva la llegada al clímax, que es el lugar prometido, necesitado y enunciador de un contenido.
Pensemos, en los abordajes de los conflictos femeninos, que no siempre estuvieron basados en la superación. Mujeres frágiles, dubitativas, inocentes y engañadas lideraron en la historia constantemente avasallada por el discurso patriarcal. Pensar en este balance necesario hubiese beneficiado la fibra humana y el equilibrio al presentar violencias exacerbadas en disímiles escenas donde hubo desequilibrios actorales, deficiencias en la articulación y la dicción de intérpretes y repeticiones excesivas en la manera de ser y asumir sus respectivos personajes.
El género tragedia recorrió enfáticamente toda la trama. Incluso permeó la necesidad del amor que sabíamos triunfaría para unir nuevamente a Diego y Alejandra. En este sentido la emocionalidad fue estimulada por la música de Waldo Mendoza. Pero no siempre desempeñó un papel significativo en las acciones dramáticas. Concebir, diseñar y crear para el discurso ficcional demanda no solo composiciones tiernas y hermosas; sino dejar que el sonido tenga su eje en el devenir orgánico del relato.
Meditar sobre el lenguaje de la narrativa telenovelesca centra la atención requerida en el funcionamiento de la hegemonía y las mediaciones que atraviesan la producción y el consumo del género. Este mantendrá el melodrama en su centro; la modalidad exige sobriedad y rigor, ¿por qué no?
Necesitamos que nuestra televisión de servicio público sea entretenida, culta, capaz de favorecer actitudes críticas en los públicos. Las telenovelas forman parte de la tradición perceptiva en Cuba donde seguimos esperando la puesta que vendrá para ofrecer sus propias señales sobre el amor.

