Valores culturales del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y el homenaje a Alfredo Guevara

¿Cómo enfrentar desde las cinematografías del mundo desafíos provocados por cambios políticos, culturales, transformaciones tecnológicas de incidencia en la vida cotidiana? ¿Continúa siendo una motivación el riesgo narrativo al articular relatos fílmicos? Estas interrogantes emergieron durante la edición 45 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, donde se hizo patente el pensamiento del notable intelectual Alfredo Guevara, quien fuera fundador y presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic).
Desde 1979, el Festival de Cine de La Habana “moviliza” a generaciones apasionados por el séptimo arte. Buena parte del mundo es una sociedad multipantalla, donde prevalece el monopolio de la exhibición que lidera los Estados Unidos. Esta hegemonía atenta contra el conocimiento en profundidad del continente latinoamericano. Por eso, guionistas, directores y equipos creativos de la región asumen una cuestión ética: la responsabilidad de decir. En La Habana lo patentizaron mediante largometrajes, cortometrajes de ficción, documentales y animaciones realizados durante 2023 y 2024 en coproducciones entre varios países.
Al rememorar ideas expresadas por el notable intelectual Alfredo Guevara, se le rindió homenaje en el año de su centenario. Él definió el Nuevo Cine Latinoamericano a partir de una metáfora. Lo comparó con un mar siempre en movimiento, algunas veces quieto, pero activo en sucesivas oleadas.
Desde el pensamiento crítico lo apreciamos en la práctica. Jóvenes y consagrados realizadores; mujeres cineastas aceptan disímiles riesgos narrativos al contar historias de sentido indagatorio en realidades de cada país.
Como reconoció otro nombre imprescindible de las cinematografías del continente, el maestro Fernando Birri: “Nuestro cine, nuestras vidas, son un acto, una semilla, una flor, un carnal fruto de resistencia poético-política”.
En esta dirección estuvieron enfocadas varias mujeres cineastas que desde diferentes puntos de vista, estéticas y dramaturgias colocaron problemáticas femeninas en la pantalla grande.
Emocionó de manera particular el concepto narrativo de Johanne Gómez en la puesta Sugar Island. Situó en la mira a una protagonista adolescente enfrentada a un embarazo inesperado, y tuvo que convertirse en adulta. Ese proceso reveló agudas densidades antropológica y psicológica al contar ese particular paisaje humano. La vocación de lucha acuna en la experiencia que también hoy viven muchas adolescentes en Cuba y otras naciones. Es un ejemplo orientador a las familias, el arte resignifica experiencias; interpretarlas requiere inteligencia lectora y saberes, investigaciones en provecho del hogar, de las individualidades y de la sociedad.
El Festival de Cine abrió alertas en circunstancias disímiles. Quizás exista la posibilidad de volver a ver en Cuba producciones presentadas durante la cita de La Habana.