Vilma Espín Guillois, sembrada en la historia para siempre

“¡Así ha de ser la muerte cuando se ha vivido bien, luego de la vida: en negro terciopelo, franja de plata!”, escribió José Martí, y en otro de sus textos asegura que “cuando se ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo”.
Eso se ajusta a quienes han luchado y trabajado sin respiro y han dado de sí todo lo bueno para fomentar un mundo mejor, y ese es el caso de Vilma Espín Guillois, quien entregó su existencia a la Revolución, incluso poniéndola en riesgo al enfrentarse a la tiranía de Fulgencio Batista que segó más de 20 mil vidas de valiosos cubanos.
En la lucha contra la dictadura, Vilma se convirtió en un eslabón vital. Su casa en Santiago de Cuba fue centro operativo de la resistencia urbana dirigida por Frank País, y tras el asesinato de este, en 1957, asumió el liderazgo de esa contienda en la entonces provincia de Oriente. Sobre ella recayó la gran responsabilidad del abastecimiento a los frentes guerrilleros existentes en esos momentos. También sirvió de enlace entre quienes combatían desde la clandestinidad.
Perseguida por el régimen, la dirección del Movimiento 26 de Julio decidió que abandonara la ciudad y en 1958 se unió a la guerrilla que operaba en la Sierra Maestra. Allí, en el II Frente Oriental Frank País, comandado por Raúl Castro, cumplió disímiles tareas: entrenó a combatientes como maestros, organizó estructuras civiles de gobierno rebelde y, principalmente, atendió la labor de suministro de la guerrilla.
Como hablaba inglés con fluidez, actuó como intérprete en el histórico encuentro entre Herbert Matthews, periodista del New York Times, y Fidel Castro, que sirvió para desmentir la falsa noticia de muerte del líder rebelde.
Tras el triunfo de la Revolución, Vilma fundó, en 1960, la organización que agrupa a todas las féminas revolucionarias de la nación, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la que presidió hasta su fallecimiento. Bajo su dirección, esta ONG movilizó a millones, impulsando cuantiosas acciones para el empoderamiento femenino, elevar su estatus social y lograr el reconocimiento de sus derechos en igualdad con los hombres.
Es imposible hablar de Vilma sin mencionar el impulso que dio a la Campaña de Alfabetización; a la redacción del Código de Familia, aprobado en 1975, y al Centro Nacional de Educación Sexual. Pero quizás su iniciativa más destacada fue la creación de los círculos infantiles, que permiten la incorporación de las madres al trabajo, con lo que se logra una mayor participación en la sociedad.
Jamás, en ningún país, se habían alcanzado tales avances para las personas del mal llamado sexo débil.
Más allá de su trabajo en la FMC, Vilma se desempeñó como miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de su Buró Político, integrante del Consejo de Estado, representante de Cuba ante la Organización de Naciones Unidas y en conferencias internacionales de mujeres, en las que defendió a naciones en desarrollo.
Pero… tanto trabajo institucional ¿no dificultó su desempeño familiar? Absolutamente, no. Durante su matrimonio con Raúl Castro, que se extendió por casi media centuria, esta mujer ejemplar fue también esposa y madre modelo.
Sensible, dulce y risueña, de inmensa y fructífera trayectoria, Vilma Espín Guillois falleció el 18 de junio de 2007, pero no murió pues, como sucede con los héroes y heroínas, tras la vida terrenal quedan sembrados para siempre en la historia. Así también lo definió sabiamente el Apóstol: “toda muerte es principio de una vida” y “la muerte no debe ser penosa para los que han vivido bien. Morir es seguir viaje”.
Hoy, ante la crisis económica y el bloqueo, las cubanas encuentran fuerza en el legado de Vilma, en su ejemplo imperecedero, para seguir adelante en la construcción de un socialismo próspero y duradero. Los círculos infantiles, el Código de Familia, y la presencia femenina en todas las ramas de la sociedad, son monumentos vivos a su lucha que persiste en cada mujer cubana que elige su propio camino.