Los instructores de arte y el embellecimiento del espíritu humano

No es raro, ni anecdótico. El arte como vehículo de expresión de los más recónditos espacios del espíritu humano ha movido sentimientos, y maneras de hacer por generaciones. Desde el 14 de abril de 1961, fecha donde se inaugura la Primera Escuela Nacional de Instructores de Arte de Cuba, la exploración de esa vertiente en la formación de las personas ha sido un aliciente de cuánto se puede hacer en tal sentido.
Tras el 1 de enero de 1959, junto a las transformaciones que se sucedieron en el país, el interés por la enseñanza artística y la promoción de la cultura tuvieron una expresión más en la labor de esos profesionales. El transcurrir de los años ha aclimatado dicha quintaesencia a la promoción artística en las comunidades, quizá en otro contexto, pero con la aldaba original en curso: estimular el espíritu humano mediante el arte.
Dicha guía, honrada y puntual, tuvo como epítome necesario la conmemoración del natalicio de Olga Alonso González, destacada estudiante y promotora cultural cuya partida física, por más prematura y lamentable, no esfumó los hálitos ni las iniciativas y actividades que desarrolló en su momento.
La educación esgrimida por los instructores de arte no solo es cuna de nuevos talentos, sino también desarrollan otras potencialidades en una relación donde se realizan talleres en relación con varias especialidades. Como afirma la periodista Norma Ferrás Pérez: “No sólo debe poseer un sólido nivel técnico artístico, sino además una marcada vocación por el trabajo social ya que debe ser capaz de incitar a la acción, impulsar, estimular y orientar intereses y aficiones, debe propiciar el diálogo entre las personas y contribuir al fortalecimiento de sus sentidos de pertenencia e identidad cultural local y nacional y, por ello, contribuir a su enriquecimiento espiritual y a la elevación de su calidad de vida.
“Estimulan, promueven y educan el gusto estético de la población, forman públicos y, al hacerlo, no sólo estimulan y promueven su participación activa en los procesos culturales, sino que trabajan por la identificación, preservación y promoción del patrimonio cultural inmaterial y de la cultura popular y tradicional a partir del respeto a las identidades locales y a la diversidad de sus expresiones y procesos creativos”.
Tal labor, calificada por muchos como anónima, sensible y gratificante, no siempre ha tenido el merecido reconocimiento. En opinión de la periodista y comunicadora Belkis Curbelo: “Sin la labor de los instructores de arte Cuba no sería la nación que hoy se empeña en aprender mucho más con una sensibilidad cultivada desde los primeros años de la Revolución, donde se declaraba la necesidad de ser una sociedad con una cultura general basada en el conocimiento y la apreciación de las artes, como herramienta fundamental para analizar, orientar, disfrutar y vivir con la más profunda libertad.
Y agrega: “Ante este sueño hecho realidad y sostenido durante todos estos años, es una certeza que semejante bondad tiene su génesis en el altruismo de los instructores de arte y su aporte invaluable a la cultura cubana. En el Día del Instructor de Arte, nuestro mejor homenaje a tanta entrega, sensibilidad y compromiso es ser uno de ellos en nosotros mismos”.
De tal suerte este día se constituye también en un agradecimiento a esos profesionales, que trabajan desde las bases para ahuyentar la insensibilidad y lo burdo desde la confección de un perfil desde el cual la cultura y el arte transforman las comunidades, desde la formación de personas de bien y desde la búsqueda de una plenitud enraizada en el trabajo y la integración de la cultura en la vida cotidiana.