Máximo Gómez: sus ideas y su espada al servicio de la Revolución Cubana

Máximo Gómez: sus ideas y su espada al servicio de la Revolución Cubana
Foto: Blog José Martí

A las seis de la tarde del 17 de junio de 1905 expiró, a la edad de 69 años, uno de los más hermosos ejemplos de internacionalismo que recoge la historia de Cuba: el Generalísimo Máximo Gómez Báez.

Siempre se lleva en la memoria por la valentía que demostró en los combates por la independencia de Cuba. Es imposible dejar de mencionarlo, cuando se rememoran en la manigua cubana aquellas cargas al machete que tanto temor provocaron en las fuerzas militares españolas. Aunque había nacido en Baní, República Dominicana, por los servicios prestados a la República fue considerado ciudadano cubano.

Pero el también considerado héroe de Palo Seco y Las Guásimas, no fue solamente el protagonista de grandes batallas, debemos verlo en toda su integralidad, teniendo en cuenta su grandeza y sus valores, su pensamiento latinoamericanista. Es justo apreciarlo también como un hombre de ideas, que supo luchar con las armas y con la pluma, como quedó demostrado en su Diario de Campaña y en tantos momentos decisivos de la Patria.

Entre sus escritos, su Diario emerge como una obra de imprescindible lectura, junto a su epistolario, además de la valía de sus numerosas crónicas y artículos, que ofrecen una visión abarcadora de su profundo pensamiento.

Gómez puso incondicionalmente sus ideas y su genio militar al servicio de la causa cubana, combatió en dos guerras de independencia, apoyó todos los preparativos de la insurrección armada durante la llamada Tregua Fecunda. De los dominicanos insignes que forjaron el Ejército Libertador, solo Gómez recorrería el largo camino de casi 30 años de bregar revolucionario.

Había sufrido diecisiete años de destierro y de exilio, de infructuosos preparativos para reiniciar el combate contra la metrópoli, hasta 1892 en que fue elegido para liderar más tarde, ese Ejército en la guerra organizada por José Martí y conducirlo a la victoria.

Desafió la muerte en 235 combates y recibió tan solo dos heridas. Se vio en el lecho de muerte aquel 17 de junio, hace ahora 120 años, debido a una septicemia, que surgió días atrás desde una pequeña lesión en su mano derecha, la misma con la que levantó su machete durante el largo camino de bregar revolucionario en tierras cubanas.

Excepcional hombre de guerra, había sacado partido a todo, no solo de la sobriedad, de la resistencia, del valor de los mambises, sino también del alma misma de sus enemigos, la manigua, las epidemias; supo hacer vibrar las fibras más íntimas de su material humano, que le permitieron hacer milagros.

Cuba lo recuerda con agradecimiento eterno, en sus proezas combativas y en sus nobles sentimientos, por la sensibilidad humana demostrada a través de su vida, que lo llevaron a identificarse con la población y luchar junto a humildes mambises.

Ana Rosa Perdomo Sangermés