Hablando de flores

Hablando de flores

Muchas plantas florecen solamente una vez al año, de acuerdo con las condiciones de la región en la que viven. No es un fenómeno raro la inflorescencia de plantas como los tulipanes o los narcisos, que abren sus corolas en primavera; las peonías, generalmente a principios del verano; los lirios, en verano, y los crisantemos, en otoño.

Pero hay otras especies vegetales que florecen en intervalos más largos, incluso de varios años, y algunas que solo lo hacen una vez en la vida. En el primero de los casos tenemos al bambú, algunas de cuyas variedades demoran entre 60 y 120 años en mostrar sus flores, y lo hacen de forma sincronizada en todo el mundo.

Las Cycads (como Zamia o Dioon) son plantas prehistóricas que pueden tardar décadas en alcanzar la madurez reproductiva. Su floración es discreta y ocurre en intervalos largos, especialmente en condiciones naturales. La Titan arum (Amorphophallus titanum), o flor cadáver, puede tardar entre 7 y 10 años en florecer por primera vez, y luego lo hace cada varios años. Entre sus peculiaridades está la de ser la inflorescencia más grande de la naturaleza, con una altura que puede alcanzar los tres metros. Su otra rareza es su olor, semejante al de la carne podrida, que atrae a moscas y escarabajos carroñeros, sus principales polinizadores.

La flor individual más grande del mundo, que puede alcanzar hasta un metro de diámetro y pesar más de 10 kilogramos, es la de la Rafflesia arnoldii, una planta parásita que vive dentro de las raíces de vides tropicales, sin hojas ni tallos visibles. Su floración es muy rara y breve (de 5 a 7 días), y ocurre cada varios años. También emite un olor a nauseabundo para atraer a sus polinizadores. Se encuentra en las selvas del sudeste asiático, especialmente en Sumatra y Borneo.

Una especie auténtica de la región del Tíbet es la Saussurea obvallata, también conocida como brahma kamal, considerada sagrada en India y Nepal. Florece a gran altitud, más de cuatro mil metros, y su floración es breve y poco frecuente, aunque no tan extrema.

En el segundo de los casos tenemos la Agave americana, conocida popularmente como maguey, que tarda entre 10 y 30 años en florecer y posteriormente muere, dejando como descendencia varios retoños en su base. Produce una enorme inflorescencia que puede alcanzar varios metros de altura. De esa especie existen unas 200 variedades, una de las cuales, el Agave tequilana variedad azul, o maguey azul, es la materia prima del famoso tequila.

Quizá la campeona en eso de demorarse en florecer sea la Puya raimondii, conocida también como la Reina de los Andes; un árbol con cierta semejanza a un pino, de tallo alto y erecto que puede superar los cinco metros de altura. Es nativa de Perú y Bolivia, pertenece a la familia de las bromelias y florece una sola vez después de 80 a 100 años, tras lo cual muere. Es la inflorescencia más grande del mundo en cuanto a cantidad de flores, compuesta por miles de ellas, y produce millares de semillas de las que muy pocas logran germinar.

Las plantas que retrasan o espacian sus inflorescencias suelen vivir en ecosistemas extremos o tienen estrategias evolutivas que priorizan la supervivencia a largo plazo. Algunas, como el ya mencionado bambú, sincronizan su floración para maximizar la reproducción y minimizar el riesgo de depredación.


Otras curiosidades de las flores

Algunas especies parecen florecer bajo la tierra, como la Amorphophallus konjac, o flor cadáver menor, cuya flor emerge directamente del bulbo subterráneo, sin hojas visibles al principio.

Algunas especies de orquídeas tienen flores que apenas emergen del suelo o incluso florecen parcialmente bajo tierra, como la Gastrodia elata, una orquídea sin clorofila que depende de hongos para sobrevivir y florece discretamente muy cerca del suelo.

Por sus olores se destacan: la orquídea fantasma (Polyrrhiza lindenii), que no tiene hojas y cuyas flores verdes desprenden un aroma similar al jabón durante su breve existencia.

Tres variedades de orquídeas son peculiares por su olor a chocolate: la Encyclia phoenicia, endémica de Cuba, muy popular por su facilidad de cultivo y belleza. Su aroma que también recuerda de la vainilla, es perceptible en las mañanas desde varios metros; la Oncidium “Sharry Baby”, conocida como la orquídea chocolate por excelencia, con flores marrón rojizas que emiten un dulce aroma, especialmente en climas cálidos y húmedos, y la Dichaea andina, descubierta en Colombia, una orquídea silvestre que desprende una fragancia con notas de chocolate y vainilla. Vive entre la niebla de los bosques andinos, entre los mil ochocientos y los dos mil cuatrocientos metros de altitud.

Por sus colores inusuales mencionaremos solamente a la rosa azul, aunque no es una especie natural, sino modificada genéticamente. Y con respecto a las flores negras de las que a veces se habla, no existen; solo algunas especies cuyos colores son tan oscuros que parecen negros.

Gilberto González García