Adalberto Álvarez: El caballero eterno del son cubano

Adalberto Álvarez: El caballero eterno del son cubano
Foto tomada de Portal Cubarte

En el panorama de la música cubana, algunos nombres trascienden por su talento y otros por su carácter. Adalberto Cecilio Álvarez Zayas (1948-2021) logró la rara hazaña de consagrarse por ambas virtudes. Conocido como El Caballero del Son, su trayectoria no fue solo una sucesión de éxitos musicales, sino un compromiso vital con la preservación y evolución del son, género que defendió con elegancia y pasión durante su vida.

Su obra se convirtió en columna vertebral de la música bailable cubana contemporánea. A través de sus dos grandes agrupaciones, Son 14 y Adalberto Álvarez y su Son, forjó un estilo inconfundible que, según el crítico musical Guille Vilar, hacía “crecer en nuestras cubanas almas las flores que embellecen al jardín de la Patria”.

Aunque nació en La Habana el 22 de noviembre de 1948, este hecho fue “accidental”, pues su madre se encontraba de visita en la capital cubana. Adalberto siempre se consideró un hijo de Camagüey, donde fue inscrito y creció. Su conexión con esta provincia sería fundamental en su vida y obra, llegando a ser reconocido como su Hijo Ilustre.

Creció en un ambiente musical excepcional. Su padre, Enrique “Nené” Álvarez, era un reconocido sonero que dirigía el Conjunto Avance Juvenil en Camagüey, agrupación de larga tradición donde, curiosamente, llegó a cantar en sus inicios un joven Bartolomé Maximiliano Moré, Benny Moré. Su madre, Rosa Zayas, aunque estudió música tardíamente, logró ingresar al Coro Profesional de Camagüey, demostrando una determinación que marcaría a su hijo. “El mayor ejemplo a seguir, aunque admiré a músicos muy grandes, fue mi padre. Crecí prácticamente en los ensayos y siempre quise ser como él”.

Con apenas nueve años, Adalberto se integró a la orquesta de su padre como ejecutante de paila. Entre 1966 y 1972, estudió en la Escuela Nacional de Arte (ENA) en La Habana, especializándose en fagot. Paralelamente, entre 1967 y 1975, dirigió la orquesta típica del plantel, donde comenzó a componer y hacer arreglos, bebiendo de las influencias de Benny Moré, Miguelito Cuní y Félix Chapotín.

Sus primeras composiciones, como “Con un besito mi amor”, llamaron la atención de Joseíto González, director del Conjunto Rumbavana, quien las popularizó. La anécdota más memorable de esta etapa fue el estreno de “El son de Adalberto”. Joseíto, tras insistir para llevarse la canción ─que carecía de título─ le envió un telegrama a Adalberto después del estreno: “ESTRENADO NÚMERO. ÉXITO TOTAL. TÍTULO ‘EL SON DE ADALBERTO’”.

En 1978, buscando mayor proyección para su música, Adalberto aceptó la propuesta de Rodulfo Vaillant, funcionario de la radio en Santiago de Cuba, para crear una nueva agrupación en esa ciudad. Así nació Son 14, fundado en Santiago pero con una formación mixta: “(…) entre seis-siete camagüeyanos, seis santiagueros y un guantanamero hicimos el conjunto Son 14, que en realidad éramos 13 músicos, pero contamos al utilero para que fuera un número ‘cerrado’”. El nombre fue elegido por su madre, Rosa Zayas.

Con el apoyo del pianista Frank Fernández como productor, Son 14 grabó su primer LP, A Bayamo en coche (1979), en condiciones casi épicas: “grabamos el disco en medio del ciclón”. El grupo introdujo una sonoridad fresca y revolucionaria para la época. Según el crítico Rufus Boulting-Hodge, sus arreglos eran a menudo a menudo ásperamente disonantes, nerviosamente inquietos, con un Montuno que aceleraba el tempo a un ritmo que pocos bailadores de salsa esperaban o podían seguir.

Son 14 logró imponerse en el panorama nacional e internacional, rompiendo el fatalismo geográfico que afectaba a las agrupaciones de provincia. Entre sus éxitos más recordados se encuentran A Bayamo en coche, Agua que cae del cielo, El son de la madrugada, La soledad es mala consejera (que Omara Portuondo convertiría en bolero) y Son para un sonero. La agrupación realizó giras por Venezuela, Finlandia, Suecia, Suiza, los Estados Unidos, Canadá y España, y llevó el son cubano a escenarios globales.

Después de cinco años exitosos pero alejado de su familia en Camagüey, Adalberto tomó la decisión de dejar Son 14 en 1984. Ese mismo año fundó Adalberto Álvarez y su Son, su proyecto más longevo y personal. Sobre su salida de Son 14, comentó: “cedo el nombre y la dirección al grupo; el cual continua (…) aunque el nombre era mío, pero se los di para que siguieran trabajando”.

La nueva formación se propuso ir más lejos en la penetración del mundo de la música bailable y conquistar las pistas. Musicalmente, añadió un trombón, reanudó con las pailas y el tres, y dio mayor protagonismo a los vocalistas, reanudando con las ideas de Arsenio Rodríguez. Con los años, la orquesta evolucionaría hacia una formación con dos trombones y dos trompetas.

Foto tomada de Adalberto Álvarez y su Son en Facebook

Esta etapa produjo algunos de los temas más emblemáticos de Adalberto: Y qué tú quieres que te den (casi un himno religioso y social), El mal de la hipocresía, Para bailar casino, Mi linda habanera.

La orquesta también sirvió de plataforma para lanzar a cantantes como Paulito Fernández (futuro Paulito F.G.) y colaboró con figuras como Omara Portuondo, Celina González y Pancho Amat.

Adalberto definía su enfoque compositivo con claridad: “En mis composiciones musicales siempre he buscado la manera de utilizar un lenguaje universal […] Siempre he tratado con respeto las letras, no ser agresivo […] y tratar de que llevan un mensaje”. Esta búsqueda de una comunicación limpia y universal explica por qué se convirtió en “el compositor cubano más versionado en el ámbito latino de los últimos 30 años”.

Para él, la cubanía en su música estaba “presente en la forma en que hablamos, en la que cantamos, en las imágenes que damos en nuestras canciones, en lo que se siente al escuchar un tema que interpretamos. Inmediatamente te das cuenta de que eso lo escribió un cubano”. Era un crítico consciente de la educación musical de las nuevas generaciones: “Graduado del Instituto Superior de Arte en Cuba, de trompeta, por ejemplo, el tipo toca lo más difícil del mundo y cuando le pongo la partitura con nuestra música, me pregunta: —Profe, explíqueme cómo se hace esto”.

Foto tomada de Cubadebate

Adalberto fue uno de los primeros artistas cubanos en declarar públicamente su práctica de la Santería. Su composición ¿Y Qué Tú Quieres Que Te Den? es casi un compendio musical del panteón yoruba, donde “recorre el panteón de Orishas citando de su música religiosa y diciéndole a la audiencia, de acuerdo con sus atributos, qué pedirle a cada uno”, según Rufus.

A lo largo de su carrera, Adalberto Álvarez recibió numerosos reconocimientos, entre ellos estuvieron el Premio Nacional de Música (2008), múltiples Premios Cubadisco (2002, 2003, 2018), la Orden Félix Varela, la Distinción por la Cultura Nacional, dos Latin Grammy y cinco nominaciones, y el reconocimiento como Maestro Formador.

Él valoraba profundamente su rol como educador: “He tenido la dicha de poder decir hoy día que he formado a músicos, tanto instrumentistas, como cantantes”. Su orquesta funcionó como escuela para muchas figuras que luego brillarían por sí solas en el firmamento musical cubano.

Hasta el final, Adalberto mantuvo su espíritu creativo y comprometido. En sus últimos años, ejerció como diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por Camagüey (2013-2018). El primero de septiembre de 2021, falleció en La Habana a los 72 años, a causa de una neumonía complicada por la Covid-19. Su partida dejó un vacío imborrable en la cultura cubana.

Adalberto Álvarez representa la rara conjunción de tradición e innovación, de raíces profundas y vuelo universal. En opinión de Rufus Boulting-Hodge: “(…) a través de sus primeras cinco años como líder de orquesta y arreglista, Adalberto Álvarez jugó un papel crítico en volcar las normas establecidas, abriendo el camino para otros y creando un espacio para los cada vez mejor entrenados músicos cubanos para hacer uso de sus habilidades”.

Su legado no son solo los más de 40 discos grabados o las 130 canciones compuestas, sino haber mantenido vivo y vibrante el son cubano, actualizándolo sin traicionar su esencia. Como él mismo decía: “Cuando llegas a un lugar a tocar tu música y ves la pista llena, es el momento que más se disfruta. Ver el goce en la cara del bailador (…) ese es el instante más importante que puede existir en la vida de un músico”.

El Caballero del Son cabalgó durante más de cuatro décadas en la preferencia del público bailador, y legó una estela de musicalidad y cubanía que trasciende fronteras y generaciones. Hoy, cuando suena un tres o se escucha el coro de Y qué tú quieres que te den, su espíritu continúa vivo, recordándonos que, en sus propias palabras: “un repertorio que se hace clásico es obligatorio tocarlo, porque el público te lo pide más allá de quién esté o de quién no (…) La obra es lo fundamental”.

Lázaro Hernández Rey