Abel Santamaría Cuadrado, fiel a su raíz martiana

En Abel Santamaría Cuadrado, el alma del Movimiento Revolucionario 26 de Julio -como lo reconociera Fidel-, germinaron desde su niñez valores y cualidades que le acompañaron durante su fructífera pero corta existencia.
Un educador rural, nombrado Lima Recio y que le impartía clases de primaria en la escuelita del central Constancia, reconocería años después que en el aula este muchacho fue ejemplar, respetuoso, atento, cuidadoso de sus libros, así como afable con sus compañeros y maestros, haciendo siempre del compañerismo un deber.
Nació el 20 de octubre de 1927 -día en que por primera vez se cantó en 1868 el Himno de Bayamo- y por esa época se había creado el premio escolar Los Tres Reyes de la Patria, consistente en un diploma que se entregaba al niño que hiciera la mejor composición acerca de la vida de José Martí. Dicho premio fue entregado a Abel por sus ideas sobre la prédica mariana.
Allí en el colegio le pusieron como apodo «el polaco», debido a que era muy rubio, de ojos azules y hablaba con un acento muy peculiar. Estuvo muy identificado con su hermana Haydée, «la que me comprende mejor» -decía-, y esa compresión era recíproca.
Muy evidente fue más tarde su identificación con los trabajadores azucareros; conoció de sus ansias, aprendió de sus luchas y aprovechó las experiencias de cada contienda social, fallida o victoriosa, que se libró en aquel central azucarero, con el liderazgo de Jesús Menéndez, a quien conoció muy de cerca.
Ya en La Habana, junto a su hermana, vivió en el apartamento de la calle 25 esquina O, en el Vedado, que luego sería sede clandestina del Movimiento 26 de Julio. Su vida laboral se inició en las oficinas de la Textilera Ariguanabo y después pasó a la agencia de automóviles Pontiac como contador, labor que desarrolló a la par de sus estudios de bachillerato por las noches en el Instituto de Segundo Enseñanza de la capital.
De joven mantuvo su afición por la lectura, con inquietudes intelectuales y gran preocupación por los destinos de su patria amada. Era jovial, extrovertido, a la vez que recto y prudente, de extraordinaria capacidad de trabajo y organización, estudioso y comprensivo.
En el apartamento del Vedado conoció a Fidel y ya no se separaría de la lucha revolucionaria, hasta que fue vilmente asesinado tras el ataque al cuartel Moncada, cuando apenas contaba con 25 años de edad.
Una vida, un ejemplo imperecedero de joven revolucionario de su tiempo que trasciende hasta las actuales generaciones como paradigma a seguir. Porque aquel 20 de octubre, hace 98 años, le había nacido a la patria cubana uno de sus mejores hijos.