Alejo Carpentier y la semilla de la identidad

Alejo Carpentier y la semilla de la identidad
Foto: periódico Sierra Maestra

Luego de más de una década sin publicar, en 1944 Alejo Carpentier ofreció una edición de cien ejemplares de Viaje a la semilla. La obra, escrita dos años antes en unas tres horas y del tirón, adquirió una importancia capital para la consolidación del estilo y la producción imaginativa de este escritor. Como refiere Sergio Chaple: “(…) inicia, dentro de su narrativa, un ciclo de obras en las cuales la experimentación con el tiempo y los elementos musicales resultarán una constante”. En ella también rinde homenaje a la pintura cubana, en especial a la de Amelia Peláez.

Considerado por él mismo como la primera creación lograda plenamente en el campo de la ficción, el trabajo formó parte del volumen de Guerra del tiempo, en el cual estuvieron la novela El acoso y los relatos Semejante a la noche y El camino de Santiago, si bien en ediciones posteriores se prescindiría de la novela y fueron añadidos los cuentos Los fugitivos y Los advertidos.

Advertida por su exquisita prosa, por la construcción y las yuxtaposiciones de espacios, en Viaje a la semilla, el juego con el tiempo y las referencias en él manifestadas, ensamblan una de las joyas en la creación de este autor, prestigiada por obras como El siglo de las luces, Los pasos perdidos o El recurso del método.

En tal sentido, la impronta del análisis sobre la identidad americana y su expresión artística fueron cruciales para entender una reflexión gestada a tono con las influencias del surrealismo y el consiguiente (aunque no impuesto) distanciamiento con ese movimiento artístico.

Para los investigadores cubanos Andrés Oscar Lora y Roberto Garcés González, lo real maravilloso es el resultado de la maduración con anterioridad a 1949, año en el cual Alejo publica El reino de este mundo: “Carpentier tuvo una temprana visión de América y de su porvenir afianzado en su necesidad de conocer su historia y la influencia del pensamiento martiano. La idea de lo real maravilloso se presenta en él desde una perspectiva lógica y teórica, que busca establecer históricamente las características del ámbito continental al mostrar las más visibles de estas relaciones de contextos singulares y conjuntivos palpables”.

Como refieren estos autores, en esa consideración estuvo el empeño del rescate, la defensa y la universalidad del patrimonio cultural del continente, asentadas finalmente en la teoría para valorar, como expresara el escritor Leonardo Padura Fuentes: “(…) en contra de la abrumadora mayoría de los críticos más o menos establecidos, hasta qué punto lo real maravilloso era un concepto en evolución, hasta qué punto era una realidad americana y a la vez una estética para reflejarla”.

Al respecto, muchos investigadores han abordado la oposición de Alejo al surrealismo. Es preciso, advertir, no obstante, que en dicha postura no se negaba la cultura europea, más bien se creaban las bases para la expresión de la identidad cultural de este lado del mundo a partir de sus elementos constituyentes.

El lenguaje barroco, autoconsciente, cargado con metáforas y significaciones, fue la vía en la cual se desarrolló dicha labor. En oposición al surrealismo, lo extraordinario no se encontraba de forma artificial: estaba en la propia realidad. Mediante ese enfoque, como apunta el catedrático Juan Antonio Rosado, Carpentier también criticó la novela realista o de tesis, los juegos de prestidigitación y la aspiración mimética de sus representantes:

Foto: https://www.goodreads.com/

“(…) participa de una tendencia llamada culturalismo, que consiste en incluir en las narraciones elementos de la cultura, desde la misma literatura, hasta la música, la arquitectura, la pintura y otros fenómenos, a base de citas, referencias, alusiones, evocaciones serias o irónicas. A muchos autores novatos les sale muy mal intentar lo anterior: sus obras parecen acartonadas. Pero en Carpentier no sólo resulta natural, sino muy equilibrado: no hay nada gratuito”.

En Viaje a la semilla presenciamos la vida de Don Marcial, protagonista del relato, desde el momento de su muerte hasta el de su nacimiento: “en interesantísima involución cuyos precedentes literarios, afanosamente rastreados, no menguan la originalidad del autor, a quien no pueden regateársele elogios por esta pequeña obra maestra. Juego literario, podría hacer pensar una primera lectura apresurada, pero hecha atentamente, el ya clásico engarzamiento de los motivos en el relato permite captar la implícita condena a una clase, ejemplificada en la estéril vida de este Marqués de Capellanías”, apunta Sergio Chaple.

Tal recorrido, autorreferencial por momentos y consciente de sus propias aspiraciones, nos otorga algunas de las claves presentes en otras novelas y ensayos. En ellos, la presencia del Caribe, su música y cultura definen un conjunto con identidad propia en la narración. Como afirma el investigador Roberto González Echevarría:

“¿Cuál fue la nacionalidad de Carpentier? Desde el punto de vista literario, sin duda cubana, en gran medida por elección, vocación y disciplina. Pocos han conocido como él la historia, literatura y cultura cubanas, y solo dos o tres escritores nacidos en la isla alcanzan la categoría suya. Pero la nacionalidad más importante de Carpentier es la de escritor universal, porque sus obras se inscriben en la tradición que tiene su inicio en la Biblia y Homero para, pasando por Cervantes, Shakespeare, Flaubert y Joyce, llegar al presente”.

Para el crítico Harold Bloom, Alejo fue uno de los fundadores de la literatura latinoamericana del siglo XX. Desde la realidad y su conjunto orquestal de posibilidades y experiencias, la semilla de la identidad americana que él sembró continúa desafiando las hipérboles de la ficción.

Lázaro Hernández Rey