Árabes en La Habana

Árabes en La Habana
Fachada con bajorrelieves de estilo árabe.

Los árabes están entre las etnias que poblaron La Habana en sus inicios, dejando importantes marcas en ese rico ajiaco con que comparó nuestra cultura el sabio historiador y etnólogo don Fernando Ortiz.

Calados con formas típicas de la arquitectura árabe.

Sus huellas abundan sobre todo en la arquitectura, con sus arcos de medio punto y sus decoraciones con arabescos, tanto en mosaicos como en bajorrelieves y calados en frisos, zócalos y cenefas. De hecho, la palabra arabesco hace referencia a los árabes.

Azulejos estilo Mudéjar. La palabra azulejo proviene también de la lengua árabe.

Los primeros que arribaron a Cuba lo hicieron junto con Cristóbal Colón, durante el mal llamado descubrimiento de América. Algunos historiadores coinciden en afirmar que su presencia a bordo de las carabelas garantizó en gran medida el éxito de la empresa, pues sus conocimientos de navegación eran superiores a las de los iberos.

Pero, como sabemos, en esa fecha tan temprana no existía aún el menor vestigio de lo que es hoy nuestra bella capital.

Entonces ¿Cuándo se establecieron los árabes en La Habana?

Según el historiador cubano Francisco Damián Morillas Valdés, algunos árabes pisaron suelo cubano como esclavos, ya desde el siglo XVIII. Como muchos de ellos dominaban la escritura y tenían conocimientos de medicina y otras ciencias, fueron utilizados en labores menos rudas que las agrícolas.

Sin embargo, el establecimiento de una comunidad árabe en la capital cubana es mucho más reciente, afirma el historiador, pues comenzó en la segunda mitad del siglo XIX con una importante inmigración de libaneses, sirios, palestinos y en menor cuantía argelinos, yemenitas y egipcios, aunque, como solemos hacer los cubanos, los generalizamos a todos bajo el calificativo genérico de “moros”.

Se calcula que entre 1860 y 1930 llegaron al archipiélago unas 33 mil personas de esas nacionalidades.

En La Habana se asentaron en varios territorios, entre los que se cuentan los actuales municipios de La Habana Vieja, Centro Habana, Marianao y San Miguel del Padrón.

Una importante cifra sentaron plaza en el llamado Barrio Árabe de La Habana, que abarcó el área comprendida entre las calles de Monte, San Nicolás, Corrales, Antón Recio y Figuras, zona que inicialmente fue poblada por españoles, pero que a partir de 1870 comenzó a recibir discretas cifras de inmigrantes libaneses, sirios y palestinos.

Allí desarrollaron una significativa infraestructura social que incluyó la creación de sociedades benéficas y culturales, prensa periódica, comercios y una organizada actividad religiosa.

La presencia árabe, por la diversidad de lugares de origen, se distinguió por la pluralidad de cultos, entre los que destacan las prácticas maronitas, una corriente del cristianismo con subordinación al papa, pero con rituales propios.

En La Habana contaban con cuatro iglesias, en las que se celebraban las liturgias en lengua árabe. Entre ellas se encuentra la de San Judas Tadeo y San Nicolás, ubicada en la calle Tenerife esquina a Antón Recio, en el actual municipio de Centro Habana, un edificio valioso por su antigüedad y sobria arquitectura.

La actividad económica de los inmigrantes árabes se basaba fundamentalmente en el comercio, y en especial en la venta de géneros textiles. Primero como vendedores ambulantes que luego se fueron asentando y fundando pequeñas tiendas, aunque eran muy comunes también los sastres y costureras.

Entre estos últimos no debe dejar de mencionarse al sastre Said Selman, que en Cuba adoptó el nombre de Eugenio, y que está considerado como el mayor innovador de la guayabera, esa cubanísima variante de camisa, de la que diseñó más de 14 modelos diferentes.

Sus descendientes, hombres y mujeres ilustres y honorables, han desarrollado importantes labores en nuestro país, uno de ellos, Ricardo, destacado profesor y periodista y el otro, Eugenio, eminente cardiólogo.

Fotos del autor.

Gilberto González García