Batalla del Jigüe: victoria rebelde de la dignidad

Batalla del Jigüe: victoria rebelde de la dignidad

Si el combate de El Uvero marcó -como señalara el Comandante Ernesto Che Guevara- la mayoría de edad de la guerrilla de la Sierra Maestra, la batalla de El Jigüe (como se le conoce desde que fue librada entre los días 11 y 20 de julio de 1958) demostró que el núcleo rebelde se había transformado en una potente fuerza, capaz de resistir y de derrotar a las más selectas tropas de la tiranía batistiana.

En el verano de ese año el régimen decidió lanzar en territorio ya liberado por el Ejército Rebelde una potente ofensiva, que pusiese fin al frente guerrillero. Con ese objetivo fueron movilizados diez mil soldados, agrupados en 14 batallones, los cuales contaban con el apoyo de la artillería, la aviación, los equipos blindados y la marina de guerra.

El Batallón 18 del ejército batistiano, dirigido por el comandante José Quevedo Pérez, penetró hasta la zona de El Jigüe, próxima a la Comandancia General de La Plata, donde también radicaban la fábrica de minas, el hospital y la estación Radio Rebelde. A esta tropa se le había asignado la misión de llegar hasta allí para tratar de rescatar a un grupo de soldados que se encontraban como prisioneros de guerra del Ejército Rebelde.

Unos 120 hombres, bajo el mando directo del Comandante en Jefe Fidel Castro se movieron con toda rapidez sobre el batallón enemigo, que quedó cercado por tropas que a su vez estaban cercadas. Durante diez días lo acosaron insistentemente hasta lograr la victoria.

La acertada dirección de Fidel, el conocimiento del terreno, la movilidad desplegada por los rebeldes, el uso inteligente del escaso armamento y el arrojo que desplegaron permitieron, no solo rechazar los esfuerzos enemigos, sino afectarlos de tal forma que no pudiesen entablar de nuevo el combate.

El día 20 las fuerzas revolucionarias hacen un alto al fuego y proponen la rendición al Batallón 18. Se producen entonces escenas que hablan muy alto del valor humano de las tropas rebeldes, de su formación ideológica y del nuevo tipo de ejército que ya constituyen.

Cuando aún los hombres del Batallón 18 conservaban en su poder las armas, el Comandante en Jefe visitó el campo enemigo y entabló una larga conversación con oficiales y soldados. En las primeras horas del día 21 concluyó la rendición de la tropa enemiga. Los prisioneros recibieron alimentación y atención médica, y fueron entregados a la Cruz Roja en los días siguientes.

El comandante José Quevedo, jefe del Batallón, que según acuerdo establecido debía quedar como prisionero de guerra permanente, inició desde aquel día el camino que lo llevaría al lado de la Revolución, a la que prestó importantes servicios durante el resto de la lucha insurreccional.

En un gesto de caballerosidad y confianza, el Jefe de la Revolución, una vez redactado el parte de guerra sobre la batalla de El Jigüe, se lo leyó al comandante Quevedo, pidiéndole que si encontraba algún error en cuanto a cantidades de hombres, armas o municiones, lo ayudara a enmendarlo. De igual forma, en todos los partes e informes sobre los enfrentamientos, se reflejó siempre el respeto a un enemigo que combatió con honor militar.

Con la derrota del Batallón 18 y el rechazo a los efectivos que acudieron a su rescate, el Ejército Rebelde hacía fracasar la ofensiva de la tiranía contra la Sierra Maestra y abría las puertas del avance revolucionario hacia el llano, el cual culminaría con la fuga de Fulgencio Batista el primero de enero de 1959.

En El Jigüe se manifestaron a fondo las grandes posibilidades de las fuerzas rebeldes, su organización y formación moral. La actuación valiente y decorosa de cada combatiente de la Sierra Maestra rompía, ante los ojos del enemigo, las calumnias lanzadas por el tirano contra los defensores de la dignidad nacional y, en especial, contra su máximo líder.

Con esta Batalla quedó claro que la Revolución no sólo traería a Cuba, de manera inevitable, la patria nueva, sino también un nuevo tipo de hombre para el cual la dignidad humana habría constituido uno de los más altos valores.

La hermosa realidad cubana de estos días, significada en la historia desde el primero de enero de 1959, tiene en las jornadas de El Jigüe un importante ejemplo por el estruendo de los disparos, los serenos héroes y los inolvidables mártires de esa epopeya, cuando hace 65 años la historia de la nación cubana comenzaba, definitivamente, a cambiar sus rumbos.

Ana Rosa Perdomo Sangermés