Carpentier y el aforo del descubrimiento

Vista a detalle tiene la identidad latinoamericana un enfoque definido por su heterogeneidad cultural en un marco unificador. En él están como constantes ineludibles las empresas coloniales y neocoloniales, dos sellos que aspiran a perpetuar la condición de subdesarrollo en un status quo incómodo y apremiante, que ha condensado su estela en la impotencia de una normalidad asumida.
Para Carpentier, la asunción de esa diatriba (desde una extensión diferente a la de otros autores) fue el punto decisivo en la revelación de la identidad latinoamericana, capaz no solo de trascender la cultura, sino también de buscar su lugar en el mundo y reflejar sus propios universos y preocupaciones.
En palabras de Celina Manzoni, profesora y Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires:
“En las conferencias recupera los antiguos temas de la relación entre lo barroco y lo real maravilloso; con el crítico español Eugenio DꞌOrs afirma que el barroco no es un estilo circunscripto a una época sino una constante del espíritu que se manifiesta siempre que exista cambio, innovación y transformación, de allí que América haya sido siempre barroca, un barroquismo que entrona con lo real maravilloso. Mientras que real maravilloso (…), es utilizada por Carpentier para referirse a situaciones, características del paisaje, hechos que se encuentran de manera latente en todo el continente y que se perciben como maravillosos, el realismo mágico sería el nombre de una estética europea que resulta de la combinación de elementos de la realidad en una atmósfera de sueño, un procedimiento similar al del surrealismo cuando fabrica una obra en la que el encuentro de elementos insólitos produce una sensación de singularidad. A diferencia del surrealismo que es una mera construcción, lo real maravilloso tal como lo redefine Carpentier es algo que en América está al alcance de la mano y que sólo requiere una revelación que no puede ser menos que barroca”.
Desde El reino de este mundo las obras, estudios y ensayos del escritor cubano rearmaron un valor argumentativo en función de la reafirmación de una conciencia, de una identidad en que reclamó, a veces de forma indirecta, su pertenencia y significación desde su propia concepción del mundo y, por ende, de su realidad.
“Si nuestro deber es revelar este mundo, debemos mostrar, interpretar las cosas nuestras. Y esas cosas se presentan como cosas nuevas a nuestros ojos. La descripción (…) de un mundo barroco ha de ser necesariamente barroca, es decir, el qué y el cómo en este caso se compagina ante una realidad barroca. Ante un Árbol de la vida de Oaxaca, yo no puedo hacer una descripción de tipo, llamaríamos, clásico o académico. Tengo que lograr con mis palabras un barroquismo paralelo al barroquismo del paisaje del trópico templado. Y nos encontramos con que eso conduce lógicamente a un barroquismo que se produce espontáneamente en nuestra literatura”, afirmó en un discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, en 1975.
En tal sentido, lo real maravilloso y la definición del valor intrínseco de la realidad americana pueden analizarse como una respuesta (o una reacción) al surrealismo europeo, a la evasión de la realidad desde las fronteras de lo existencial. También se pueden ver como la reafirmación de viejas certezas, más allá de aquello que nos diferencia y desde el hecho de asumir cuánto podemos cambiar y mejorar desde nuestros propios ámbitos.
“(…) no basta con conocer a fondo la historia patria para cobrar una verdadera y auténtica conciencia latinoamericana. Nuestros destinos están ligados ante los mismos enemigos internos y externos, ante iguales contingencias. Víctimas podemos ser de un mismo adversario. De ahí que nuestra América haya de ser estudiada como una gran unidad, como la de un conjunto de células inseparables unas de otras, para acabar de entender realmente lo que somos, quiénes somos, y qué papel es el que habremos de desempeñar en la realidad que nos circunda y da un sentido a nuestros destinos”, reafirmó Carpentier.
El aforo del descubrimiento, de los puntos comunes y las máximas pertinentes tienen entonces otras formas de realización. Sobre ellas escribió y dialogó ese cubano nacido un día como hoy.