César Portillo y el arraigo de los clásicos

La narración de la vida y su reflejo en el pentagrama tienen grandes exponentes en la historia. Los sinsabores del amor y sus manifestaciones han contado con una amplia trayectoria asentada en la universalidad de las canciones que trascienden las fronteras físicas y espirituales.
En ese limo de sentidos encontrados César Portillo de la Luz es un exponente referencial. El éxito cosechado en su trayectoria y el insospechado número de corazones identificados con las letras de sus temas continúan transitando el plano existencial que nos ha tocado vivir, allende al ritmo de la vida moderna, desde las vitrinas de la inmortalidad en las cuales descansa su legado.
La conciencia de experiencias concretas presentes en sus fonogramas nos acerca a aspectos familiares que, en dependencia de cada individuo, estamos abocados a revivir en el transcurso del tiempo. El conjunto, cual reclamo inconsciente pero necesario, ilustra el acervo de nuestras subjetividades de un modo más cercano a partir del diálogo con la realidad inmediata. En ese ejercicio la razón descansa y el sentir pernocta en la caldera de recuerdos exhibidos por nuestra mente ante el teatro de la nostalgia.
“Al expresar en nuestras canciones vivencias reales, factibles de ser comunes a mucha gente, nuestra canción se hizo de otros porque, de hecho, recogía una manera artística con un lenguaje exaltado, vivencias muy comunes, muy universales. Creo que esa ha sido una de las cosas que ha contribuido, poderosamente, a darle vigencia a nuestras canciones en el tiempo. Las nuevas generaciones encuentran en el contenido de esas canciones, desde el punto de vista representativo, los mismos valores que las generaciones jóvenes de aquellos años”, comentó Portillo en una entrevista.
Esa perdurabilidad aparece acompañada también por el influjo de una tradición, por el disfrute de las costumbres y por la audacia, cual adorno en el lienzo de la vida, para crear una música que alza el vuelo sin esfuerzo, guiada la riqueza de las melodías, el amplio sentido armónico y el cuidado en la elaboración poética de las letras.
No es insulso decir por qué César Portillo es un clásico, por qué su obra perdura hoy en día o por qué el paso de los años no borra la permanencia de su significación. La reprimenda, en cambio, se transforma en exhortación cuando se aprovecha la oportunidad de compartirlo con quienes no lo han descubierto, con aquellos que lo ignoran o desconocen, o con quienes, conscientes de su alcance, eligen no escucharlo en un castigo ilógico y fútil, en una privación sin sentido.