Cinemateca de Cuba y las bases de la conservación
El 6 de febrero de 1960 Héctor García Mesa creó la Cinemateca de Cuba a tono con el proceso de transformaciones desarrollado en el país y las actividades promocionadas por el recién conformado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Previamente existió una cinemateca organizada como cine club. En ella se realizaban actividades en un panorama donde las compañías producían pocas obras y luego desaparecían, hecho que generaba no pocas dudas sobre la conservación de las producciones a posteriori.
“Hay que partir que la Cinemateca se nutrió de la experiencia, primero a partir de la creada antes del triunfo de la Revolución, que se mantuvo con mucha pasión por parte del Cine Club de La Habana, fundada en 1948 por German Puig y Ricardo Vigón, que después atrajo a Tomás Gutiérrez Alea, Néstor Almendros, y otro grupo de cinéfilos y cineastas”, apunta Luciano Castillo, director de esa institución.
La Cinemateca de Cuba se constituyó como un espacio para proteger, divulgar, archivar y conservar el patrimonio cinematográfico cubano. En ese empeño también se incluyeron obras de la filmografía latinoamericana y mundial.
Películas, documentales, carteles, materiales publicitarios, noticieros, recortes de prensa, fotografías, libros especializados y otros materiales se reúnen en el catálogo de este centro. Sus colecciones han sido un referente para especialistas y estudiosos del arte audiovisual. En ellas también se reúnen producciones foráneas, que complementan y enriquecen su patrimonio, compuesto además por una biblioteca y una hemeroteca.
Tal empeño propició que el 18 de marzo de 1963 la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) decidiera integrar a la Cinemateca como miembro pleno de esa organización.
“La función principal de la cinemateca es la preservación del patrimonio fílmico nacional, por encima de todo, pero paralelamente está la preparación de un público cualitativamente superior, a partir de una programación equilibrada desde todo punto de vista: géneros, tendencias, nacionalidades, clásicos y obras contemporáneas del cine, etc.”, añade Castillo.
Esos fines, a su vez, están imbuidos en las disyuntivas de cada época, por ello los requerimientos imprescindibles para desarrollar el trabajo de una institución con esos objetivos particulares tiene múltiples desafíos. No obstante, a 64 años de su fundación, la Cinemateca de Cuba parece renovar sus propósitos en el empeño de conservar el patrimonio fílmico cubano y universal, y difundir las obras a los espectadores: “(…) a medida que vayan surgiendo nuevas productoras, lo ideal es que siempre haya un depósito de la obra, digamos para garantizar que se conserve ese quehacer que también es cubano”, destaca Castillo.