Continúa recorrido del Ballet Español de Cuba por la variada escenografía china

Cada movimiento en el gigante asiático significa encontrar nuevas sorpresas, máxime en un largo viaje como el que realiza el Ballet Español de Cuba, dirigido por el maestro Eduardo Veitía, que en mes y medio ha cruzado China de norte a sur y de este a oeste.
Dieciséis ciudades de nueve provincias, una región autónoma y dos municipios directamente dirigidos bajo el Gobierno Central: Beijing (la capital) y Shanghai, han disfrutado del espectáculo «Yo soy Cuba», que ha dejado una estela de aplausos y alegría por doquier.
Tres importantes urbes del noreste acaban de disfrutar de la prestigiosa compañía: Mudanjiang, de la provincia más septentrional: Heliongjiang, la hermosa Changchun y la costera Dalian.
Hermosas ciudades con sus características propias. Mudanjiang, el primer punto, está muy cerca de Rusia, y es fácil advertir en su paisaje algunas iglesias ortodoxas rusas, e incluso la utilización del idioma es bastante común. Mientras que Jilin y Dalian, tienen un aspecto más occidental y moderno, sobre todo, la última, cuyas costas dan al mar de Bohai, y nos acerca a La Habana, en la distancia.
En ese ambiente más cercano al nuestro, respirando el aire marino, junto al puerto, está enclavado el inmenso Centro de Convenciones, donde se ubica, en su interior, el hermoso y contemporáneo Gran Teatro de Dalian. Allí, como sucedió en todas las ciudades anteriores, la coreografía de Eduardo Veitía, «Yo soy Cuba», con su magia, transformó el lugar. Irrumpieron en la sala, dos pregoneros, como en las calles cubanas, los cantantes (Reinaldo Méndez y Andy Asterio), abriendo las puertas de la isla caribeña que apareció, entre bailes y músicas…
Cruzaron, una tras otras, las cinco escenas, repletas de colorido, de ambiente criollo: El bar, El solar, El malecón, El parque y El Carnaval. Cada una dibujando con el ritmo, la cubanía, la espontaneidad del espíritu nuestro, con lenguajes variados, permeados de notas que suenan Cuba, retratos de La Habana que cobran verdadera vida con el quehacer de bailarines y músicos que todo lo dan en dos horas, para animar el paisaje nuestro a miles de kilómetros de distancia…
Y, entre ese fulgor, emerge la historia. El comienzo de nuestra nacionalidad; salpicada de aquí y de allá, de muchos colores que forman un arcoiris de amistad, de seres humanos unidos en una pequeña nación.
Lo cubano autóctono, Siboney, lo hispano, tocado por el mar… Mediterráneo, lo africano con los elegguas, y la Habanera china…, que dejan desde baile/música el espíritu nuestro, reunido, a través del mar, durante siglos, y que conforman la riqueza cultural puesta en escena…
Ocurrió algo semejante días antes en el Teatro de la provincia de Jilin y en el Gran Teatro de Mudanjiang, donde los asistentes felices y con muchos deseos de entregarse a la música y el ambiente caribeño, aplaudiendo cada escena, en la que encuentran la magia de un país cercano a ellos.
Al final, la bandera tricolor pasea por la sala acompañada por los agiles bailarines y junto a ella, la china. Las ovaciones, el público contagiado por el ambiente del Caribe, que llena el espacio, el baile, el colorido de los trajes de Maray Pereda, la música trepidante del sonoro y cubano grupo Son D’Estilo…, refuerza el nombre del espectáculo. Es un grito artístico que resuena como eco en el país amigo.
Texto y fotos: Tony Piñera