De la danza, de la postmodernidad y de un apocalipsis  (III parte y final)

De la danza, de la postmodernidad y de un apocalipsis  (III parte y final)
Diseños de Eduardo Arrocha para la obra El Decálogo del Apocalipsis. Foto: Cubasí

El Apocalipsis es el último libro del Nuevo Testamento, en él se narra el juicio final, o la llegada del Reino de Dios. Los diez mandamientos se encuentran en el Antiguo Testamento y en conjunto forman la ley necesaria para que el ser humano, como criatura imperfecta y pecadora, no forme el caos. Ya existe una regla, un decálogo con el cual se puede medir la obediencia del hombre. La década del sesenta, en el mundo, fue la violación de todas las normas.

La obra Decálogo del Apocalipsis del maestro Ramiro Guerra, se estructuró basada en el recíproco o negación de los Diez Mandamientos, más un prólogo y un epílogo. El orden, como es de suponer, no fue el bíblico. Adorarás a los dioses; Matarás; Deshonrarás padre y madre; Blasfemarás; Nada será santificado; Robarás; Desearás a la mujer de tu prójimo; Fornicarás; Levantarás falsos testimonios; y Codiciarás los bienes ajenos, fueron la guía que le permitió al dramaturgo y coreógrafo, exponer mediante la danza-teatro lo que ocurría en el mundo de los años sesenta.  Cada uno de estos anti-mandamientos constituyó una escena o cuadro que en su conjunto articuló el devenir del espectáculo. Decálogo del apocalipsis anunciaba el fin del mundo tal como era conocido en ese tiempo.

Ramiro Guerra, con Decálogo del apocalipsis, quebrantó todas las reglas establecidas para las funciones escénicas. Quizá la más evidente sea la del espacio. Comprendía doce áreas inconclusas del Teatro Nacional de Cuba porque los trabajos que terminarían la construcción total del edificio estaban paralizados. La escalera que lleva al primer piso del edificio aledaño al teatro, la parte posterior de la zona del parqueo, delante de la fachada de la Sala Avellaneda, el lobby de la Sala Covarrubias, la sección del techo de las oficinas, andamios… El público iría siguiendo la obra en la medida que esta transcurre en un espacio y en otro y después en otro espacio diferente y así hasta completar todas las escenas.

Decálogo del Apocalipsis se estrenaría el día 15 de abril de 1971, las invitaciones ya estaban impresas. Más de cien diseños de Eduardo Arrocha estaban listos. Verdaderas obras de arte psicodélico que recogían la visualidad del mundo, la mirada de aquellos años. A los ensayos generales asistió un público no convocado oficialmente. Pero mientras Ramiro Guerra y la compañía nacional ensayaban la primera obra de danza-teatro cubana, sesionaba el Congreso de Educación y Cultura. Comienza en Cuba la era conocida como el quinquenio gris y Decálogo del apocalipsis, no se estrenó. Con la censura nació el mito, y con el mito, las especulaciones de lo que pudo haber sido y no fue.

Vladimir Peraza Daumont

Teatrólogo. Asesor del Departamento de Desarrollo Artístico del Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba y su representante en la Plataforma Iberoamericana de Danza. Es miembro de la Sección de Crítica e Investigaciones Escénicas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Habitualmente publica ensayos y artículos de crítica especializada en diversos medios y soportes. Columnista de la Revista Cultural La Jiribilla.