Dentro de su catálogo de trabajo, uno que destaca en especial
es el realizado en Guatemala a un grupo de pacientes con VIH. Pero
también hay otros como Mi otro cuerpo, Ser negro en la Cuba de hoy o Selma 1965-2020. ¿Ha utilizado Julio Larramendi la fotografía para hacer vivir los rostros menos vistos de las poblaciones?
“Yo creo que sí. Durante mi vida profesional he hecho libros y
exposiciones sobre los más diversos temas, fundamentalmente cubanos: la
flora, la fauna, la arquitectura, el arte… de todo he hecho, pero
realmente lo que más me ha motivado siempre y lo que más he tratado de
hacer es trabajar con la gente. Los rostros, las personalidades, son
para mí lo más atractivo, sobre todo en Cuba que la gente es tan
expresiva. Hoy ya he logrado publicar y hacer exposiciones sobre temas
para mí importantes: los campesinos, los descendientes africanos, los
aborígenes ahora. Fuera de Cuba he tratado varios temas, también de los
pueblos originarios de Guatemala, Perú o México. Sin pretender que sea
un estudio antropológico ni mucho menos, creo que algo se ha logrado y
he podido mostrar esos rostros menos conocidos, rostros que llevan una
fe de vida increíble, que arrastran tras de sí, tras esas arrugas,
vestuarios y tradiciones, realmente siglos de una vida apagada, de una
vida tratada de ocultar en nuestros países latinoamericanos. También he
hecho algunos trabajos en África, otro continente desposeído. He escrito
textos, por ejemplo, sobre Hemingway, para quien, pese a ser tan
reconocido y haber obtenido el premio Nobel, los africanos eran solo un
telón de fondo”.La mejor fotografía es siempre la que está por hacerse, pero
¿tiene la corazonada de hallarla en algún escenario en particular o se
deja sorprender?
“No soy de los fotógrafos que andan con la cámara a cuestas todo el
tiempo. Yo tengo que sentir la motivación para tomar fotos, o no lo
hago. Es un tema increíblemente personal y no creo que le pase a mucha
gente. Realmente si no tengo el deseo, el hambre de tomar fotografía, no
me sale. Así he perdido muchas fotografías muy buenas que llevo en los
ojos, en la mente, pero que no están registradas y de las cuales solo
tengo la visión de lo que pudo haber sido una excelente fotografía. No
me dejo de sorprender con lo que vivo todos los días cuando salgo con la
cámara, lo que no significa que todo lo que hago sea bueno ni que cada
fotografía que tomo es una obra de arte. No, no lo es. Creo que hay
artistas cubanos como Raúl Cañibano que son capaces, en una fotografía,
de decir un millón de cosas. El ‘Cañi’ no es de mil fotos, es de una,
pero esa una dice un montón. En mi caso me encanta tomar fotografía de
todo lo que veo y he tenido momentos increíblemente atractivos,
increíblemente interesantes, sorprendentes, a veces tristes, como fue
encontrarme en Santiago de Cuba cuando el huracán Sandy golpeó aquella
ciudad. Era de los poquísimos fotógrafos que salió inmediatamente a
tomar fotos, hice fotografías increíblemente atractivas. Si el impacto
de una exposición se mide por la reacción de las personas, creo que la
exposición Paisajes después del huracán Sandy, fue realmente la
más impactante. Yo vi gente llorando, vi gente interesadísima. Es bueno
cuando ocurre la inauguración y ‘todo el mundo es bueno’. Pero
interesante o más interesante es ir un par de días después, cuando nadie
te conoce o te reconoce, a escuchar lo que la gente dice. Sucede con
mucha frecuencia que la gente ve cosas que tú ni te imaginabas que
estaban en tu fotografía”.