Desde Grecia, una voz que conquistó al mundo

Desde Grecia, una voz que conquistó al mundo
Foto: Deezer

La voz de la cantante griega Nana Mouskouri es, sin dudas, una de las de mayor presencia internacional. Con aproximadamente 450 álbumes grabados, de los cuales se han vendido más de 300 millones de copias, es una de las solistas con mayores ventas en la historia.

Su voz clara y armoniosa, de soprano, posee un timbre distintivo y versátil, capaz de transitar entre el folk, el pop, el jazz y la música clásica. Su afinación y facilidad para interpretar temas en varios idiomas le han ganado un sitio relevante en el sitial del arte.

Su estilo se distingue por una pureza tonal y una emotividad que conecta directamente con el público. Su repertorio abarca miles de temas, desde canciones populares griegas hasta adaptaciones de clásicos internacionales. Algunas de sus interpretaciones más conocidas son Weiße Rosen aus Athen (Las rosas blancas de Atenas); Je chante avec toi liberté (Yo canto contigo, libertad), una adaptación de Va, pensiero, de Giuseppe Verdi; y Only Love (tema de la serie La hija de Mistral). Del catálogo cubano ha incorporado los temas Guantanamera, de Joseíto Fernández, y Siboney, de Ernesto Lecuona.

Uno de sus sellos distintivos es el dominio de múltiples idiomas. Ha cantado en griego, francés, inglés, alemán, español, italiano, portugués, neerlandés, hebreo, japonés y latín, entre otros. Esta capacidad le permitió conquistar mercados diversos y actuar en más de 50 países, incluyendo giras por Europa, América del Norte, Asia y Oceanía. Destacan sus presentaciones en escenarios emblemáticos como el Royal Albert Hall de Londres, el Olympia de París y el Odeón de Herodes Ático en Atenas. En América Latina, desarrolló una conexión especial con países como Chile, Argentina y México, donde sus álbumes en español alcanzaron discos de oro y platino.

Además de su impacto artístico y político, Nana Mouskouri fue una de las primeras artistas en utilizar su imagen –incluyendo sus icónicas gafas– como símbolo de autenticidad, rompiendo estereotipos de belleza en la industria musical. Su figura se convirtió en emblema de integridad artística y compromiso social, lo que amplificó su influencia más allá del escenario.

Nacida como Iōánna Múskjuri, el 13 de octubre de 1934, en La Canea, Creta, creció en el seno de una familia humilde; su padre trabajaba como proyeccionista de cine y su madre como acomodadora, lo que despertó su temprano interés por el arte y la música. Durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi en Grecia, su familia se trasladó a Atenas, donde inició sus estudios musicales en el conservatorio de esa ciudad, bajo la tutela de profesores que reconocieron su talento excepcional. Aunque se especializó en canto clásico y ópera, su inquietud musical la llevó a explorar otros géneros, lo que provocó su expulsión del conservatorio al descubrirse que cantaba jazz en clubes nocturnos. Este giro fortuito marcó el inicio de su carrera hacia la música popular.

Mouskouri trascendió la música para incursionar en la política y el activismo. Fue eurodiputada por Grecia de 1994 a 1999, y se desempeñó como embajadora de Unicef desde 1993, defendiendo los derechos de los niños. Su influencia perdura no solo por sus registros discográficos, sino por su capacidad para unir audiencias a través de fronteras culturales. En 2006, fue homenajeada en el Festival de Eurovisión como la artista más vendida de todos los tiempos.

Aunque anunció su retiro en 2008, su legado permanece como testimonio de cómo la música puede ser un puente entre naciones y generaciones.

Gilberto González García