Efrén Lamas y su aporte enciclopédico

Efrén Lamas y su aporte enciclopédico
Foto: Depositphotos

Amigo sin igual, persona amable, preocupada por sus colegas, disciplinado al extremo, laborioso y sincerísimo, serían las cualidades que mejor se recuerdan de Efrén Lamas, un seudónimo que escogió por razones íntimas nunca dichas, pues su nombre real era Aurelio.

Pero como este misterio ya se declara insoluble ante su temprana y sorpresiva partida al cumplir sus 60 años de vida apenas, aquel 30 de diciembre en que iba a viajar en grata compañía para pasar un fin de año memorable, lo recordaremos con sus anécdotas y vivencias comunes en los pasillos y estudios de Radio Enciclopedia, donde trabajó por décadas; en sus conversaciones cotidianas y su presencia en actividades festivas y profesionales, donde siempre contamos con su sonrisa, su criterio firme y sus proposiciones razonables y lógicas.

Llegaba siempre temprano a sus turnos, a la hora justa de grabar o editar, y cumplía estrictamente con el protocolo establecido para sus labores. Así nos lo enseñaba a quienes comenzábamos en la radio: paso por paso nos describía su trabajo, mientras lo realizaba, con todos los cómo y los porqués, y respondía sabiamente todas las preguntas sobre su oficio de realizador de sonido. Era un maestro pasando música de discos de vinilo o casete a cintas, pues dominaba los secretos y trucos de cada medio que convenían en determinados casos para hacerlo mejor, como aquel de humedecer ligeramente el disco. Recuerdo también su insistencia para hacerse los chequeos periódicos con el especialista en otorrinolaringología, pues temía, con tantas horas usando los audífonos en la cabina, ir perdiendo el sentido del oído, tan preciado en su especialidad.

Era un ser dotado de enorme calma, pocas veces se molestaba, y cuando respondía, lo hacía con palabras claras, sin exageraciones, justo lo que pensaba. Por eso, muchas veces lo buscábamos para pedirle su juicio, que con sencillez entregaba, recalcando que era solo su opinión. No tenía muchos títulos académicos, pero era sabio por experiencia, por su simple observación de las situaciones, por su educación y valores humanos, que eran un colchón para los colegas y amigos que lo necesitaran.

En su trabajo mostraba ética y compromiso, humildad y respeto. Preguntaba siempre a las directoras más jóvenes cómo queríamos tal o cual efecto o segmento del programa, para cumplir los sueños de nuestra imagen acústica previa. Aceptaba nuestras proposiciones, sugería mejoras, siempre con su parsimonia característica que lo dotaba de un aura sabichosa y confiable.

No le gustaba trabajar en vivo, más bien por su edad y condiciones, pues temía que le faltara agilidad para responder a las rápidas decisiones que había que tomar si alguna de las viejas máquinas de cinta sufría algún desperfecto en medio del programa y el colectivo de realización se veía precisado a hacer magias: no soportaba esa tensión ya. Así que gratamente cedía el paso a los más jóvenes en ese escenario de adrenalina sin igual, sin complejos ni remordimientos, como algo natural que correspondía hacer.

Una de sus características más especiales era su fino sentido del humor, que no solo aliviaba tristezas y tensiones tan pronto las percibía, sino que alegraba el diario convivir al que las tantas horas de radio nos obligaban. A todos incluía en sus gags, como aquella vez que comentó durante las evaluaciones de locución, sobre la señora mayor que se ocupaba de la limpieza, motivándola a detenerse por la risa: “Ustedes ven, hasta ella está loca por soltar el trapeador para coger el micrófono”, y nos movió a carcajadas a todos los presentes.

Su vivienda, cercana relativamente a la emisora, era visitada con frecuencia por cualquier colega que necesitara algo, o por preocupación, cuando se ausentaba o tardaba sin avisar (cosa que muy raramente sucedió) o cuando pasábamos cerca. Era buen anfitrión, cariñoso y muy sociable; no obstante, respetábamos mucho su intimidad y no fuimos nunca impertinentes con él.

En nuestro recuerdo queda su silueta dando vueltas por los pasillos de la emisora, o encerrado en los estudios, su saludo cálido, siempre a respetuosa distancia, sus frases ocurrentes. Su pérdida provocó mucha tristeza y consternación, pero como buen recuerdo, queda su nombre tecleado en viejos guiones de diversos programas, y en el corazón de sus amigos y colegas de Radio Enciclopedia.

Alina Iglesias Regueyra