El Benny, un ícono de la música cubana

Como solía ocurrir en Cuba en tiempos de la República mediatizada, muchos de aquellos que llegaron a ser grandes figuras del arte nacieron en la pobreza y tuvieron que enfrentar duras labores para subsistir.
Este es también el caso de Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, a quien la mayoría conoce como Benny Moré, o por su apelativo “El Bárbaro del Ritmo”, quien en su juventud tuvo que trabajar como carretillero y cortador de caña en el central azucarero Vertientes.
Benny Moré constituye uno de los fenómenos más extraordinarios de la música popular cubana. Nacido el 24 de agosto de 1919 en el humilde barrio de Pueblo Nuevo, en Santa Isabel de las Lajas, provincia de Cienfuegos, su vida y obra encarnan la esencia misma de la identidad cultural cubana.
Descendiente de esclavos africanos –su tatarabuelo materno fue hijo de un rey congolés capturado y vendido en Cuba–, Benny supo sintetizar en su creación artística el legado rítmico africano y la melodía hispana, creando un estilo único que traspasó fronteras.

Infancia y juventud: los orígenes de un genio
Benny Moré fue el mayor de 18 hermanos en una familia cubana de escasos recursos. Desde muy temprana edad mostró una vocación musical irresistible. Según testimonio de su madre, Virginia Moré, a los seis años fabricó su primera guitarra con una tabla y un carrete de hilo, demostrando una inventiva que sería sello distintivo de su carrera.
La situación económica familiar lo obligó a abandonar la escuela después del cuarto grado para dedicarse a trabajos agrícolas en la provincia de Camagüey. Fue precisamente durante estos años de trabajo, donde comenzó a desarrollar su capacidad para la improvisación vocal, entreteniendo a sus compañeros con sones y boleros creados espontáneamente.
Mientras trabajaba como carretillero, alternaba sus labores con la participación en serenatas y la formación de grupos musicales amateur como el Conjunto Avance, donde colaboraba con músicos de la localidad como Horacio Landa, Enrique Benítez y Cheo Casanova.
Su traslado definitivo a La Habana, en 1940, marcó el inicio de su profesionalización musical, aunque debió enfrentar inicialmente grandes penurias económicas, sobreviviendo mediante la venta de hierbas medicinales y frutas averiadas, y cantando en bares y cafés del puerto habanero para ganarse la vida.

Consolidación artística: de México a la Banda Gigante
El momento crucial en su carrera llegó en 1944 cuando, como integrante del Septeto Cauto, de Mozo Borgellá, tuvo que sustituir a un afónico Miguel Matamoros en una presentación radial. Su impresionante desempeño le valió ser incorporado al Conjunto Matamoros, con el cual viajó a México en 1945. Fue en la tierra azteca donde Bartolomé Moré se transformó definitivamente en «Benny Moré», adoptando el nombre por sugerencia de Rafael Cueto, del Trío Matamoros, quien le advirtió que en México «bartolo» era el término utilizado para referirse a los burros.
En México, Moré no solo se consagró como intérprete, sino que también incursionó en el cine, participando en películas como Carita de cielo, Ventarrón, Quinto patio y El derecho de nacer. Su colaboración con Dámaso Pérez Prado resultó fundamental para el desarrollo del mambo, género que Benny elevó a nuevas dimensiones expresivas. Grabó aproximadamente 60 álbumes con RCA Victor durante su estancia mexicana, aunque su consagración definitiva llegaría con su regreso a Cuba en 1952.
De vuelta en la patria, enfrentó el racismo muy enraizado en la sociedad cubana de la época. Un episodio poco difundido ocurrió cuando descubrió que el director de orquesta Ernesto Duarte Brito no lo llevaba a actuaciones los fines de semana por ser negro. Este hecho lo impulsó a formar su propia agrupación, la legendaria Banda Gigante, que debutó el 3 de agosto de 1953 en el programa Cascabeles Candado de la emisora CMQ.
La Banda Gigante representó una innovación en la música cubana: una big band con sección de percusión afrocubana, capaz de interpretar con igual maestría boleros, mambos y guarachas.
El artista integral: compositor, director y cantante
Como compositor, Benny Moré demostró una capacidad extraordinaria para crear melodías que constituían lo mejor de la tradición musical cubana con innovaciones rítmicas y armónicas. Aunque carecía de formación académica formal, poseía un conocimiento empírico profundo de las estructuras musicales. El doctor Jesús Gómez Cairo destacó que «Benny Moré conocía y comprendía empíricamente, con extraordinaria profundidad y riqueza, una serie de reglas, recursos y procedimientos utilizados en el área del canto, la dirección orquestal, elementos suficientes de instrumentación, armonía y formas de estructurar la composición de sus piezas».
Su estilo como director orquestal era tan peculiar como efectivo. Dirigía a su «tribu», como cariñosamente llamaba a su Banda Gigante, mediante un sistema de señas y códigos gestuales que solo sus músicos comprendían, permitiendo improvisaciones magistrales en medio de las presentaciones.
La crítica especializada ha destacado que todos los integrantes de la agrupación mostraban «una gran organización melódica para interpretar las más disímiles piezas y un gran talento para improvisar» bajo la dirección de Benny.
Como vocalista poseía una voz de tenor que manejaba con versatilidad extraordinaria, adaptándose con igual maestría al son montuno, el bolero, la guaracha o el mambo. Su capacidad para improvisar versos dentro de las canciones se mantiene insuperada hasta hoy, ganándole también el título de «El Sonero Mayor de Cuba». La poetisa cubana Fina García Marruz comparó su voz con la de un sinsonte, ave canora muy conocida en el país.

Aspectos poco conocidos y legado perpetuo
Un aspecto poco divulgado de su vida fue su profunda conexión con las raíces africanas a través del Casino de los Congos, una cofradía de negros libertos fundada en el siglo XIX en su pueblo natal. De esta fuente bebió los ritmos y cantos que luego incorporaría a su música. También es poco conocido que, tras el triunfo de la Revolución Cubana, Benny rechazó tentadoras ofertas para emigrar, declarando en una entrevista televisiva: «Ahora es cuando yo me siento un hombre con todos los derechos en mi país. De aquí no me saca nadie. No me interesan los dólares».
Su deterioro físico debido a la cirrosis hepática no mermó su entrega artística hasta el final. Su última presentación con la Banda Gigante ocurrió el 16 de febrero de 1963 en Palmira, donde, a pesar de su grave estado de salud, «subió al escenario para cantar como nunca», según testigos presenciales. Falleció tres días después, el 19 de febrero de 1963. Como testimonio de su importancia cultural, su sepulcro en Santa Isabel de las Lajas fue declarado Monumento Nacional en noviembre de 2009, siendo el primero con esta condición en Cuba.
Benny Moré representa la cubanía auténtica, sin concesiones ni adulteraciones. Su obra permanece como testimonio de lo que puede crear el genio popular cuando se nutre de las fuentes más profundas de la tradición y las proyecta hacia el futuro con creatividad y autenticidad. Como bien expresara el gran sabio cubano Don Fernando Ortiz, Benny Moré encarnó esa «condición del alma, complejo de sentimientos, ideas y actitudes» que define lo mejor del ser cubano. Hoy su voz diáfana y bien timbrada continúa escuchándose a través de los diversos medios y soportes, porque El Benny sigue vivo más allá del tiempo y el espacio.