El Conjunto Folclórico Nacional de Cuba y las raíces de la identidad

El Conjunto Folclórico Nacional de Cuba y las raíces de la identidad
Foto: Prensa Latina

La no tan novedosa reflexión sobre la apropiación cultural deslinda no pocos senderos para quienes desconocen la raigambre esencial de la cultura cubana. Valorar con ese concepto el trabajo de una institución como el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba indica, entre otras cosas, un profundo desconocimiento de su historia y significación, asentadas un día como hoy cuando en 1962 la agrupación naciera al amparo del coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes y el folclorista cubano Rogelio Martínez Furé.

En más de una ocasión y con sus propias palabras, el investigador reiteró el papel de la identidad nacional en una etno-nación como la cubana, un ajiaco desligado de la raigambre apolínea de la especulación intelectual descontextualizada, y asentado en un hecho no menos importante: el ser y sentirse cubano.

De forma concreta la agrupación incidió en el rescate y valorización de las raíces danzarias y musicales de la nación, y en sus obras se aprecian las influencias europeas, africanas y del Caribe. El bailarín y coreógrafo Santiago Alfonso recuerda con estas palabras la importancia del grupo: “Para los bailarines negros significó la aceptación dentro de la manifestación del arte. La presencia no solo racial, pero también estética… cultural”.

Como expresa Isabel Monal, doctora en Ciencias Filosóficas:

“El Conjunto (…)  brindó también un inestimable servicio a la maduración social y humana de nuestro país; su impronta en la vida cultural y social contribuyó al proceso de superación de las diversas formas de racismo que habíamos heredado del pasado, al sacar de las catacumbas y lanzar al viento y a la luz, aquella sustancia de la espiritualidad cubana que algunos no querían reconocer. Pero hicieron más todavía, ayudaron a demostrar que esa parte de nuestra espiritualidad y de nuestro arte nos abarcaba a todos y no solo a un grupo como algunos pretendían; utilizaron, así, la evidencia escénica y artística para demostrar que aquella tradición era de todos, y así aprendimos a reconocernos en ella y a comprender que era ingrediente sustancial del alma común de la Nación toda”.

En su repertorio incluye danzas y canciones de géneros como el son, la rumba, el danzón, los pregones, las habaneras, el mambo y otras expresiones relacionadas con el amplio abanico representativo de expresiones afrocubanas. El rescate de las tradiciones danzarias y musicales se trasladó a manifestaciones como el teatro y, en sus filas, se formaron reconocidos bailarines como Alfredo O´Farril, recién homenajeado con el Premio Nacional de Danza 2024, Nieves Fresneda, Zenaida Armenteros, Julián Villa, Leonor Mendoza y Domingo Pau, por mencionar algunos ejemplos.

Desde su concepción, no obstante, Martínez Furé precisó los menesteres necesarios para que el reflejo de la tradición no fuera una mera reproducción etnográfica. Tradición y supervivencia, como apunta la crítica Marilyn Garbey, tienden a congelar la manifestación cultural, pero el folklore es producto de la sociedad, se desarrolla y está condicionado por los procesos de cambio que afectan la vida social.

Por ello la misión del Conjunto sigue viva. No se trata de teatralizar las raíces, sino de asumirlas en diálogo con los presupuestos de la realidad que la determina y la identidad que la asume.

Lázaro Hernández Rey