El piropo, una joya

El piropo, una joya

Un piropo fino, dicho con cortesía y elegancia, es algo así como una brillante gema engarzada en oro con la maestría propia de un experimentado orfebre, al contrario, un piropo soez ensucia a quien lo dice como un trozo de carbón.

Piropear es todo un arte, no solo por las palabras utilizadas, sino por el tono y el ritmo de la voz, y la mayoría de las veces también por la gestualidad y la expresión del rostro que lo acompañan. No en balde esta expresión tiene hasta su día mundial, cada primero de marzo.

Sería imposible determinar cuándo se dijo el primer requiebro en la historia, ni quién o qué fue lo primero que se dijo. Tal vez fuera solo un ademán realizado por un hombre de cromañón ante una bella neandertal que acababa de conocer, cuando estas dos especies de Homo sapiens comenzaron a interactuar.

Él, más bajito y robusto, de gruesa nariz, piel tostada y con mayor cantidad de áspero bello corporal, y ella más esbelta y estilizada, con el cabello más suave ¡y posiblemente con los ojos azules! Él posiblemente trazaría con su dedo índice un círculo alrededor del rostro y a continuación, al sentir que su corazón se aceleraba, hubiera posado su mano sobre el pecho… y ella, como respuesta, le sonreiría.

Tampoco sabemos si algún sumerio piropeó a su adorada usando una tablilla de arcilla con escritura cuneiforme o si había un jeroglífico egipcio que representara una lisonja. Lo que sí se sabe es que la palabra piropo proviene del latín pyrōpus, y éste a su vez del griego πυρωπός, que significa “piedra fina de color rojo fuego”, según explica diccionario de la Real Academia Española. Por eso, al principio de este escrito, usamos la analogía de que un buen piropo es como una gema, y al estar relacionado con el amor, no podía ser de otro color que el rojo intenso.

Cada cultura tiene sus halagos peculiares, de acuerdo con los ideales de belleza o de gracia que predominen. Por ejemplo, decirle barrigón a un hombre en Cuba puede tomarse como un insulto, pero en el valle del río Omo, en Etiopía, en la tribu de los Bodi, es una lisonja, pues allí compiten por ser el más gordo.

En Japón, decirle a una mujer que tiene la cara pequeña o pálida es un halago; en China una damisela será muy feliz si se le compara con el jade, con una flor de loto o con la brisa que susurra entre los tallos del bambú.

En Cuba somos especialistas en eso de piropear y hay algunas frases muy singulares, poéticas y elegantes, pues ello forma parte de la cultura, que muy rica y variada en este verde lagarto y siempre que el requiebro sea educado y fino seguramente será bien recibido.

Gilberto González García