En el mundo mágico de la danza Anette Delgado y Dani Hernández

En el mundo mágico de la danza Anette Delgado y Dani Hernández
Espartaco, Anette Delgado y Dani Hernández Foto: Ballet Nacional de Cuba - BNC oficial en Facebook

«Qué gusto verlos bailar, chicos, bailaron como dioses esta noche. ¡Bravísimo, felicidades! […]». No creo, honestamente, que en la lengua cervantina haya palabras más exactas y precisas para presentar a los primeros bailarines Anette Delgado y Dani Hernández, director de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, que las pronunciadas por el maestro Lázaro Carreño, al quedar deslumbrado con la excelencia artístico-profesional que caracteriza a esas figuras emblemáticas del Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, durante una de las primeras funciones del ballet Don Quijote, en la gira por la península ibérica.

Ellos configuran —al decir del poeta, escritor y dramaturgo granadino, Federico García Lorca— una «pareja con duende». ¿Por qué? Muy sencillo: porque «duende quiere decir, tocado por el ángel de la gracia [o de la jiribilla, al decir lezamiano], para vibrar siempre en el amor [a la danza] con toda la intensidad propia de la belleza».

Los miembros de esta carismática pareja, signada por la sencillez y la humildad que los singulariza, en cualquier escenario nacional o foráneo, y fuera de ese medio, relatan cómo se ha desarrollado su exitosa trayectoria artístico-profesional en el arte de las puntas.

¿Qué gratos recuerdos les deja en su memoria poética el reciente periplo artístico por la península ibérica, así como las emotivas palabras que les dedicara el maestro Lázaro Carreño? 

Anette Delgado (AD)-Dani Hernández (DH): La gira artística del BNC por España y Portugal sirvió para colocar sobre el tapete internacional no solo el virtuosismo técnico-interpretativo que identifica a sus jóvenes integrantes, sino también la «dosis exacta» de cubanía que le aportamos a nuestra forma sui generis de bailar- única en el orbe- agregaría.

En relación con las frases de elogio provenientes de tan distinguido miembro de la familia Carreño, que tanta fama le ha dado al ballet cubano y universal, solo podemos decir que le agradecemos profundamente sus sinceras palabras, y al mismo tiempo, destacar el hecho de que son consecuencia del afecto y el cariño que Lázaro siente por nosotros.

¿Cómo se produjo su triunfal llegada al mundo de la danza clásica?

AD: Comencé mis estudios, en 1988, en la capitalina Escuela Provincial de Ballet Alejo Carpentier, los continué en la Escuela Nacional de Ballet (ENB), donde tuve como maestras a Ramona de Saá, Alina Díaz, Margarita Naranjo y Martha Iris Fernández, y los concluí en la Universidad de las Artes (ISA), donde me gradué de licenciada en Arte Danzario. En la ENB, ellas me enseñaron a amar la danza clásica con todas las fuerzas de mi ser y entregarme a ella en cuerpo, mente y alma. Por otra parte, descubrí en mis maestras, a través del ejemplo vivo, no de discursos moralizadores, los genuinos valores en que se estructura la personalidad de un bailarín.

En mi etapa de estudiante, obtuve importantes galardones en eventos competitivos, tanto locales como internacionales, que me motivaron a continuar superándome y dando lo mejor de mí en la profesión que, desde niña, escogí por decisión libre y soberana.

DH: Di mis primeros pasos en la Escuela Vocacional de Arte Olga Alonso, de la ciudad de Remedios, provincia de Villa Clara, y luego, me trasladé para La Habana, donde cursé estudios en la ENB, y por último, en la Universidad de las Artes (ISA), donde obtuve el título de Licenciado en Arte Danzario. En ese centro de enseñanza artística de nivel medio, fui discípulo de los maestros Fernando Alonso, Ramona de Saá, Mirta Hermida y Marta Iris Fernández, quienes con afecto paterno-maternal y férrea disciplina modelaron mi personalidad, y consecuentemente, me convirtieron en lo que soy hoy. […].

Gracias a las inolvidables enseñanzas de esos grandes maestros obtuve Medalla de Plata en el concurso convocado por el Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet, que tuvo lugar en La Habana, en 2006. Y en 2010-2011, fui seleccionado por la prestigiosa revista Dance Europa entre los cien mejores danzarines del mundo. Racionamientos que no solo me honran a mí, como artista y ser humano, sino también al BNC, a la Escuela Cubana de Ballet, de la cual me considero heredero de su fecundo legado pedagógico, así como a la cultura caribeña.

Anette Delgado y Dani Hernández en Giselle Foto: Ahmed Piñeiro Fernández / Ballet Nacional de Cuba – BNC oficial en Facebook

¿Qué caminos transitaron después de su graduación en la ENB?

AD: Desde 1996, fecha de mi graduación como bailarina profesional, formo parte del BNC, ahora con la dirección general de la primera bailarina Viengsay Valdés. Como parte del elenco de una de las mejores agrupaciones danzarias del orbe, he actuado en varios países de América, Unión Europea y Asia, así como en Egipto y Australia. Desde 2001, integro el Joven Ballet de Francia.

Desde 2005, hace exactamente 19 años, fui promovida al rango de primera bailarina.

DH: Desde mi egreso, en 2006, de la ENB, de la que guardo en mi memoria poética recuerdos imborrables, ingresé al BNC, que dirigía la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019), quien —según el poeta y escritor Eliseo Diego— «es la danza». En el seno de esa prestigiosa agrupación, fui promovido en 2009 a primer solista, y en 2011, a la mayor categoría artística (primer bailarín), a la que puede aspirar un integrante de la septuagenaria compañía.

Con el BNC he actuado en países de América y Europa, donde he participado en eventos danzarios no menos importantes.

¿Cuáles son los papeles que, como pareja, les agrada interpretar?

AD: Mis papeles predilectos son los protagónicos en obras de la gran tradición romántico-clásica: Giselle, El Lago de los Cisnes, por citar solo dos ejemplos. Sin embargo, también me agrada participar en coreografías contemporáneas, diseñadas por artistas cubanos y extranjeros.

DH: Yo prefiero desempeñar los papeles protagónicos de los ballets románticos y clásicos. Desde que empecé a estudiar ballet, he acariciado siempre ese sueño […]. Con mucho esfuerzo, sacrificio y horas robadas al sueño y a la diversión infanto-juvenil para dedicárselas a la barra, a los ensayos, a las clases […], he convertido mi sueño en realidad, tanto en mi país como en el exterior.

¿Cuál es el legado intelectual y espiritual que les dejara la eximia ballerina Alicia Alonso?

AD-DH: Imposible de describir con palabras el tesoro de sabiduría, ética, humanismo y espiritualidad que nos legara Alicia en nuestras vidas como profesionales del arte danzario. Solo podemos decir que era —es— una fuente inagotable de conocimientos, no solo danzarios, sino también culturales y sobre la existencia humana en general. Su grato recuerdo y sabias enseñanzas siempre nos acompañarán.

¿A qué se debe esa «química especial» que los distingue en las tablas de cualquier teatro nacional o extranjero?

AD-DH: Tenemos muchas cosas en común. El amor inmenso que le profesamos a la danza clásica, así como estar conscientes de que no son los «battements a la barre ni el virtuosismo técnico [al que —por supuesto— no renunciamos ni renunciaremos], los que producen el milagro del vuelo. Es la dimensión espiritual […]» que le aportamos a toda obra que, como pareja de baile, llevamos a escena.

Los gustos afines que nos unen, la forma (eso sí no lo vamos a revelar), en que les insuflamos «vida» en las tablas a los personajes protagónicos de los clásicos de todas las épocas. Es todo eso […], y muchísimo más. Tanto que no sería posible reseñarlo en una entrevista periodística.

¿Cuál es su mayor realización como pareja en la vida y en el arte y como seres humanos?

AD-DH: ¡Claro que sí! Y usted sabe muy bien, cuál es nuestra mayor realización como pareja y como padres: nuestra pequeña princesa Ainoa.

¿Algún consejo…?

AD-DH: Los jóvenes que se inician en el arte de las puntas deben tener en cuenta que la carrera del bailarín es, a la vez, muy corta y sacrificada. Hay que olvidarse, desde muy temprana edad, de muchas cosas agradables que influyen en el desarrollo de la personalidad infanto-juvenil […]. Pero vale la pena realizar el esfuerzo, renunciar a lo que sea necesario, porque —al menos para nosotros— bailar es la mejor manera de vivir.

Por último, darle las gracias a usted por haber seguido, con afecto y respeto ternísimos, nuestra carrera en el campo del ballet clásico.

Jesús Dueñas Becerra