En la Batalla de Yaguajay, el coraje y la osadía de Camilo

En la Batalla de Yaguajay, el coraje y la osadía de Camilo

En el antiguo central Narcisa instaló Camilo Cienfuegos su comandancia durante el histórico combate que liberó a Yaguajay. Allí el intrépido jefe de la columna No. 2 Antonio Maceo organizó el ataque a la fortaleza enemiga que aún resistía. El día 31 de diciembre del año 1958 el pueblo festejó la victoria del Ejército Rebelde en el territorio norte de Las Villas.

Por coincidencia histórica, en ese viejo ingenio, distante unos kilómetros de Yaguajay, el Generalísimo Máximo Gómez, protagonista de la impetuosa Invasión mambisa junto a Antonio Maceo, el Titán de Bronce, acampó con sus fuerzas patriotas durante la guerra de 1895.

Las tropas al mando de Camilo, habían iniciado el ataque al amanecer del 22 de diciembre y terminó a las 4 y 30 de la tarde del día 31, es decir, tuvo una duración de 10 días. El enemigo capituló.

Camilo había elaborado desde antes un plan de operaciones en la zona norte de Las Villas, que concluía con la toma de Yaguajay, último reducto de la soldadesca batistiana, y uno de los más fuertemente guarnecidos de la provincia.

El cerco a Yaguajay comenzó en la mañana del 21 de diciembre, de manera simultánea al cuartel y al poblado, mientras que los combates se iniciaron desde las primeras horas del día 24 y se prolongaron hasta el atardecer del 31 en que se produjo la rendición.

Allí el Ejército Rebelde contó en principio con unos 80 hombres bien armados a los que se sumó el Pelotón de Pinares, con lo que la cifra osciló entre 160 y 170, contando con los que estaban armados con escopetas y otro  tipo de arma de pequeño calibre. Por su parte, el enemigo contaba el día 21 con más de 350 hombres, entre soldados, policías y otros “personajes de la época”, armados hasta con bazucas y morteros.

Los rebeldes no cejaban en su empeño por tomar la fortificación. Otras treguas se suscitaron. Las condiciones enemigas dentro de la guarnición eran cada vez más penosas por la falta de alimentos, agua y el hacinamiento; la enfermería había colapsado ante la cantidad de heridos.

La rendición ocurrió como la expuso el propio Camilo:

Como el jefe de las tropas enemigas el 24 de diciembre no aceptaba la rendición, se mantuvo el combate hasta el día 31 en que se recibieron un mortero de 81 milímetros y una bazuca… El enemigo fue sometido a un fuerte ataque de mortero y bazuca y, al encontrarse en pésimas condiciones, como a las 4 de la tarde sacaron banderas blancas y enviaron a dos oficiales a parlamentar con nosotros. A los mismos les dijimos que únicamente con el jefe de las tropas del cuartel estábamos dispuestos a conversar. Al entrevistarnos con él, nos pidió un auto para sacar a numerosos heridos que había en el cuartel, a lo cual nos negamos, diciéndole que había un solo camino, la rendición de él y toda su tropa, haciéndole ver que si no aceptaba esta última oportunidad esa misma tarde lo destruiríamos completamente, que si no le habíamos derrumbado el cuartel sobre sus cabezas era porque estábamos economizando obuses de mortero para el ataque al regimiento de Santa Clara. Le hicimos ver el estado de ánimo de todos sus hombres y que no estaban dispuestos a seguir luchando… Después de unos minutos de reflexión, aceptó la rendición incondicional”.

Luego del mediodía del primero de enero de 1959, Yaguajay se había sacudido del frío invernal; a esa hora, Camilo Cienfuegos avanzaba con su tropa. Situados a ambos lados de la calle central, cientos de pobladores escoltaban la hilera casi interminable de camiones, yipis…, con unos 500 hombres a cuestas, que avanzaba hacia La Habana para rendir y tomar el campamento militar de Columbia, por órdenes de Fidel.

Era el mismo pueblo que había visto al Señor de la Vanguardia dispararle de pie, sin apenas protección, a los aviones enemigos mientras estos vomitaban sus bombas sobre la población civil, en medio de la batalla más larga de Las Villas contra las fuerzas del ejército batistiano. No por casualidad, Camilo Cienfuegos es considerado el Héroe de Yaguajay.

Ana Rosa Perdomo Sangermés