Heredia, infinitamente cubano

Heredia, infinitamente cubano
En la imagen “Energía, imagen de José María Heredia”, obra de Mario Gallardo. Tomado de Cubadebate

“El primer poeta de América es Heredia. Sólo él ha puesto en sus versos la sublimidad, pompa y fuego de su naturaleza. Él es volcánico como sus entrañas y sereno como sus alturas”. Así describía José Martí a José María Heredia. Las palabras de elogio no son gratuitas y tal valoración del Apóstol exhibe una admiración sentida desde el más profundo respeto, sobre todo cuando las diferencias contrastadas exhiben como elementos comunes el amor por Cuba y la causa de la independencia.

El autor de poemas como La estrella de Cuba, Oda al Niágara y En el Teocalli de Cholula, logró el predominio de un punto focal netamente cubano, desde el cual se asimiló y expuso lo extranjero. La naturaleza en su obra, de acuerdo con el investigador S. Arias, no solo es descripción amorosa, sino interiorización en un ideal de libertad cada vez más patente e imperioso.

Su implicación en las conspiraciones contra el orden colonial español como miembro de los Caballeros Racionales, orden masónica perteneciente a la de los Soles y Rayos de Bolívar, fijó su destino exiliado fuera de la tierra natal. Más tarde conocería cómo tal providencia fue el resultado de la delación de uno de sus conocidos, lo cual marcó su destierro de Cuba. En la región transitó por ciudades de Estados Unidos, México, Venezuela y República Dominicana.

Ello tuvo una repercusión inmediata en el desarrollo de sus obras, de notable significación para la literatura nacional y del continente: “(…) es tan grande y decisivo poeta que hace olvidar casi todas las pequeñas y discretas voces que hasta entonces habíamos tenido, y él mismo se erige como la gran influencia de la poesía cubana que le sucede. (…) no es un escritor de transición ni un ecléctico, sino algo mucho más complejo. Toma de aquí y de allá, pero su expresión personal se impone y sus obras son a veces dramáticamente románticas o equilibradamente clásicas, pero siempre heredianas”, comentó S. Arias.

El texto citado de Martí pertenece a un artículo crítico publicado en El Economista Americano, en 1888. El 30 de noviembre de ese año, pronunció un discurso de homenaje al poeta santiaguero en Hardman Hall. En él se refirió a Heredia como “el que acaso despertó en mi alma, como en la de los cubanos todos, la pasión inextinguible por la libertad”.

José María es considerado un traidor por sus más cercanos allegados cuando en 1836 le escribe una carta al capitán general de la Isla, Miguel Tacón, en la cual reniega los ideales revolucionarios y solicita licencia para volver a Cuba y visitar a su madre.

En misiva a Dolores Junco, el 3 de mayo de 1939, escribió ya en su lecho de muerte: “Salvo esas pequeñas reparaciones, tan valiosas para mi espíritu, mis días en Cuba me enseñaron, con despiadada crueldad, hasta que extremos pueden llegar el odio, la vanidad, la envidia, el afán de poder y la capacidad de venganza albergada en el corazón de los humanos (…) Mi enfermedad, aunque del cuerpo, es también del alma. Especialmente penoso me resultó descubrir que, siendo ya incapaz de escribir poesía, no encontraba tampoco siquiera un amigo a quien enviarle una carta y contarle mis angustias”.

Enfermo de tuberculosis, el 7 de mayo de 1839 falleció el considerado como el primer romántico y el último escritor neoclásico del continente americano. En sentidas reflexiones, José Martí dejaría atestiguado: “su poesía perdura, grandiosa y eminente, entre los defectos que le puso su época y las limitaciones con que se adiestraba la mano, como aquellas pirámides antiguas que imperan en la divina soledad, irguiendo sobre el polvo del amasijo desmoronado sus piedras colosales”.

En su corta pero intensa vida, también se desempeñó como abogado, periodista, dramaturgo y traductor. Contra la ignominia sacramental del tiempo recordamos el natalicio de este poeta infinitamente cubano.

Lázaro Hernández Rey