Farándula: una caricia al intelecto y el espíritu juveniles

Como parte de las celebraciones por el décimo aniversario de la fundación de la compañía Jazz Vilá Project, dicha agrupación teatral llevó al Cine 23 y 12 una nueva temporada de su antológica obra Farándula.
En esa puesta en escena «se ocultan las verdades y se gritan las mentiras». Buen gancho periodístico para que los amantes del buen teatro cubano no se pierdan las peripecias en que se ven involucrados los personajes que intervienen en Farándula.
Dicha obra está dirigida, fundamentalmente, a los jóvenes, a quienes desea enamorar con la forma sui generis que posee dicha compañía, para atraer —al igual que las flores a las mariposas— el interés de los bisoños espectadores hacia el arte de las tablas.
Esa pieza, rediseñada desde una nueva concepción estético-artística, deviene una divertida comedia, cuyo principal conflicto es la incomunicación entre los seres humanos; uno de los flagelos que azota hoy día, a quienes viven, aman, crean y sueñan, no solo en el archipiélago cubano, sino también en todo el orbe.
El elenco artístico está integrado por carismáticos actores y actrices que proceden de las tablas y de los medios audiovisuales, principalmente: el regreso del primerísimo actor Enrique Bueno como Lorenzo, el fotógrafo y la primerísima actriz Beatriz Viñas como la doctora Helena. La actriz Raíza DeBeche debutó como Sara la enfermera, mientras que El Yoyo fue interpretado por el bisoño actor Javier Quesada. La gran novedad fue la actuación especial de Jazz Vilá como el curador Adolfo Esperanza. Además, otros actores y actrices invitados también se sumaron a ese montaje que ha renovado la concepción de los personajes.
Farándula, con más de una hora de duración, se destaca por la espontaneidad, la lozanía, la frescura y el marcado interés por establecer contacto con el público juvenil, pero —sobre todo— por focalizar la atención del espectador e incitarlo a meditar (hacer silencio interior para escuchar los sonidos que emite nuestro yo, el auténtico, el verdadero), acerca de temas tan escabrosos como la migración, la soledad, la corrupción, pero, ¡ojo!, siempre enfocados desde una óptica humorística por excelencia.
Para materializar en escena tan loables objetivos, se apela a la utilización del flashback como recurso dramatúrgico, así como al empleo de la economía y la sencillez, que sirven para identificar los elementos escenográficos, en los cuales un vetusto mueble (sofá) se convierte —por derecho propio— en eje principal que centraliza la acción dramática.
Por otra parte, se aprecia una bien dosificada selección de colores para ilustrar la imagen de cada uno de los personajes que participaron en esa puesta, así como la inclusión de obras pictóricas de talentosos artistas de la plástica. Esos recursos cromáticos y estéticos desempeñan una función básica indispensable en ese contexto eminentemente dramatúrgico: generar en el público el pleno disfrute del desempeño artístico de los versátiles actores, cuya profesionalidad quedó evidenciada a través del uso inteligente que hacen de los conocimientos técnico-interpretativos adquiridos en la academia, y consolidados en la praxis teatral (y en otros medios), así como del lenguaje verbal y gestual; indicadores fundamentales en que se estructuran las artes escénicas.
El «mágico» mundo de la música no quedó relegado —en modo alguno— a un plano secundario en esa puesta, y, por ende, acarició la mente y nutrió el alma de quienes decidieron deleitarse con Farándula, obra que hace reír, pero también, y en buena medida, reflexionar.