Himno Invasor: convocatoria permanente a la acción
Transcurría el día 15 de noviembre de 1895 y la Columna Invasora que llevaba la guerra de Oriente a Occidente marchaba por los campos camagüeyanos, cuando el general Antonio Maceo, al frente de las tropas, dio órdenes de detenerse en la finca La Matilde, propiedad del padre de Amalia Simoni, amantísima del ilustre jefe mambí Ignacio Agramonte.
Ya en el lugar, los patriotas cubanos descubren que alguien de las fuerzas enemigas españolas había escrito unas estrofas ofensivas a la Patria, ante lo cual Maceo le solicita a Enrique Loynaz del Castillo una respuesta a tanta ofensa, lo que sin demora aquel joven devolvió en enardecidas letras cargadas de patriotismo, que a partir de entonces se conocerían como el Himno Invasor.
Ya el Ejército Invasor tenía un hermoso himno, con el cual recorrería su trayecto hasta Mantua, en Pinar del Río, donde dos meses después culminó la gran hazaña militar y política de esa contienda.
Guiados por aquel vigoroso llamado al avance y al combate, los valientes mambises recorrieron el largo camino que tenían por delante: «¡A las Villas valientes cubanos:/ A Occidente nos manda el deber/ De la Patria a arrojar los tiranos/ ¡A la carga: a morir o vencer!«.
El propio Maceo le ordenó a Loynaz: «póngale (por nombre) Himno Invasor… que la banda de música de la columna le ponga música y lo ensaye, que se toque en la marcha, en los combates y en las victorias”.
Así lo disfrutó el Generalísimo Máximo Gómez, quien aguardaba en la trocha de Júcaro a Morón a la fuerza que encabezaba Maceo, y recibió la gratísima sorpresa de ver entrar a su campamento al General Antonio con la banda de música, tocando marcialmente las notas del Himno Invasor, que a su vez era cantado por la tropa como un gran coro. ¡Cuánta fue su emoción!
Fueron muchas las anécdotas que circularon luego de que el himno acompañara a la invasión. Cuentan que en el lugar llamado Mal Tiempo, al pasar frente a los compases frenéticos de la banda dirigida por Dositeo, todos se sintieron como impulsados, por invisibles alas, sobre las enemigas bayonetas.
Y así se hizo desde entonces… hasta la actualidad. ¡Cuántas veces han brotado sus acordes y versos de las gargantas cubanas en la larga historia de nuestra única Revolución!
Es indiscutible el valor del arte en función de una idea política y como reafirmación de una ideología. Así sucede con los himnos patrióticos que impulsan y compulsan a combatir con denuedo, como este himno que propició desde entonces la unidad entre combatientes de distintas provincias y a aumentar el amor por la causa revolucionaria.
Es permanente aún el llamado que hace el Himno Invasor al combate y a la acción. A la distancia de 130 años, continúa siendo una vibrante manifestación de cubanía y muestra del espíritu indomable que caracteriza y distingue a nuestro pueblo, dispuesto a enfrentar cualquier enemigo militar o ideológico, cualquier adversidad atmosférica, por muy poderosos que sean.

