Hugo Chávez: el imperio lo hizo inmortal

Hugo Chávez: el imperio lo hizo inmortal

La firme voz de Hugo Rafael Chávez Frías se levantó siempre a favor de las luchas y reclamos de los pueblos del  orbe. Hoy se recuerda aquella contundente carta enviada por él, el 17 de septiembre de 2011, al entonces Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, en la que ratificaba «el total apoyo de Venezuela al reconocimiento del Estado palestino: al derecho de Palestina a convertirse en un país libre, soberano e independiente. Se trata de un acto de justicia histórico con un pueblo que lleva en sí, desde siempre, todo el dolor y el sufrimiento del mundo”.

Y recordó en su letra aquellos memorables versos que escribiera del poeta palestino Mahmud Darwish bajo el título Sobre esta tierra: «Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: sobre esta tierra está la señora de/ la tierra, la madre de los comienzos, la madre de los finales. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando/ Palestina. Señora: yo merezco, porque tú eres mi dama, yo merezco vivir”.

Tal parece que la voz de Chávez nuevamente se alza ahora con aquella impresionante firmeza con que concluyó su misiva: “Se seguirá llamando Palestina: ¡Palestina vivirá y vencerá! ¡Larga vida a Palestina libre, soberana e independiente!”.

Siempre el líder bolivariano fue muy respetado y querido por su pueblo, y por muchos otros pueblos y hermanos de ideas en el mundo, ante todo por su valentía y empeño por revertir la situación venezolana, lo cual logró en poco tiempo y de manera consistente, y de ahí se propuso perseguir la construcción de un socialismo adaptado a las nuevas condiciones de su país y del mundo, al que denominó Socialismo del siglo XXI, en busca de la justicia y la igualdad, que desmontara los desmanes del capitalismo que hacían sufrir al pueblo.

Mucho tuvo que haber en Chávez de su padre, que lo hizo evocar a menudo al Libertador Simón Bolívar y educarlo, a él y a sus cinco hermanos, desde el pensamiento unitario y libertario del prócer, que hoy marca el quehacer en la lucha por seguir  materializando el proyecto nacional revolucionario en toda Venezuela.

Desde muy joven, y con inteligencia temprana, supo comprender que la gente tiene que sentirse y ser parte, desde esa unión  que da la fuerza para el triunfo. Su perenne sentido de la justicia y su apego a los más humildes trazaron también, más tarde, el camino seguro hacia la Revolución y la resistencia frente al imperialismo.

Por eso no cesó, bajo su liderazgo en suelo venezolano, de trabajar para la reducción de la pobreza, la apertura de las puertas de la educación a miles de sus coterráneos, desde el primer peldaño de una alfabetización con la Misión Robinson y el método cubano Yo sí puedo, hasta el ancho camino de las universidades y la Misión Alma Mater; las Misiones de Salud y la Gran Misión Vivienda Venezuela, así como otros muchos proyectos educativos y sociales, en función de los más necesitados.

Chávez era el pueblo venezolano, estaba entre ellos, había nacido de ellos y mantenía ese espíritu de cuna, esa alma sencilla que era reconocida de inmediato por todo el que se le acercaba. Él entraba en la gente como el vecino, como el amigo que cruza el umbral de la casa.

Su dimensión heroica lo acercaba cada vez más al pueblo, lejos de alejarlo, porque se expresaba en los anhelos de la gente y a la vez era una dimensión desprovista de la gloria vana. Él era uno más, uno de ellos.

Los que lo conocieron de cerca o de lejos no pueden menos que rendirle el merecido tributo de recordación y reafirmación revolucionaria a este hombre extraordinario que pasó a la inmortalidad siendo aún joven, considerado el mejor amigo de Cuba, de Fidel, de los niños y jóvenes; el hombre íntegro y cabal, que supo de la grandeza de la patria y de sus hijos, y mantuvo su fe inquebrantable en la victoria y en el futuro de los pueblos.

Ana Rosa Perdomo Sangermés