Infieles, hasta la muerte

Infieles, hasta la muerte

Una historia de amor, infidelidad y terrible venganza, tuvo como escenario La Habana Vieja, allá por el siglo XVIII, fortuitamente descubierta un siglo después gracias a una excavación arqueológica.

Dos osamentas humanas, sobre una cama ya deshecha por el tiempo, oculta tras un muro de ladrillos, dieron fe de la trágica historia, ocurrida en la calle Cuarteles, en la loma de Peña Pobre, también conocida como del Ángel.

Transcurría una etapa convulsa de la historia de Cuba, marcada por las rebeliones de los cultivadores de tabaco de los alrededores de la villa de San Cristóbal de La Habana: San Miguel, Guanabacoa, Bejucal y Santiago de las Vegas, quienes se alzaron en armas contra las leoninas medidas impuestas por la metrópoli española en cuanto al comercio de la aromática hoja.

Como es lógico, la represión no se hizo esperar, y los cadáveres de los rebeldes comenzaron a aparecer por doquier. Un superviviente de aquellas matanzas, amparado en la oscuridad de la noche, logró escabullirse hasta la casa de un fiel amigo en la ya mencionada calle de La Habana intramuros.

Allí era bien atendido y alimentado por intermedio de la bella esposa del dueño, quien, además, le prodigaba cautivadoras miradas y sonrisas. Y sucedió lo que tenía que suceder, al cabo de un tiempo, surgiría entre el perseguido y la mujer de su benefactor, un amor doblemente culpable.

Cada día, cuando el marido se iba a trabajar, los amantes daban rienda suelta a su pasión en el sótano, hasta una fatal ocasión en que el burlado regresó a una hora imprevista y descubrió el engaño, mirando a través de una rendija.

No hizo notar su presencia. Se retiró, para regresar a la hora acostumbrada, sin dejar traslucir su desdicha. Al día siguiente, adquirió en la farmacia un potente narcótico, y también se le vio comprar algunos materiales de construcción.

Horas después, los amantes despertaron de los efectos del somnífero para descubrir, horrorizados, que se hallaban en el sótano, escenario de sus caricias… con la puerta tapiada. Y allí quedaron, víctimas de su amor ilícito, de los celos y de la cruel venganza, hasta que unos arqueólogos realizaron unas excavaciones el tramo de la calle Cuarteles, desde la iglesia del Ángel a la antigua muralla de La Habana.

Gilberto González García