José Jacinto Milanés y el tono personal del romanticismo

Poeta, ensayista y dramaturgo, José Jacinto Milanés nació el 16 de agosto de 1814. Procedente de una familia numerosa, la pobreza nunca se distanció de quien es considerado como uno de los primeros genios poéticos y referentes del drama romántico en el mayor archipiélago de las Antillas.
En 1832 se mudó a La Habana. Por entonces publicó sus primeros trabajos en poesía. El Aguinaldo Habanero, revista acentuada en la promoción de la literatura, fue espacio propicio para tal labor. Por entonces también se relacionó con varios intelectuales, entre los que estuvo Domingo del Monte, una de las figuras más importantes en la promoción de su obra.
El Conde Alarcos, obra teatral estrenada en 1838, le valió el reconocimiento en la sociedad criolla. Inspirada en el Romancero, la obra tuvo influencia en el movimiento romántico cubano y es reconocida como una de las primeras obras en presentar el drama romántico en lengua española. De esa época también son Un poeta en la corte y Por el puente o por el río, así como El Mirón Cubano (1843), una serie de cuadros costumbristas construidos en octosílabos.
La depresión y el desamor marcaron su existencia. Recuperado en parte tras el viaje que emprendió entre 1846 y 1849 por Europa y los Estados Unidos, cuando retornó a Cuba se recluyó en su vivienda de Matanzas. Tras 1852 no escribiría más. Falleció el 14 de noviembre de 1863. Otras de sus obras son La Madrugada, El Conde de Candia, La Niña de Gómez Arias y Poesías líricas.
Para la periodista Susana Menéndez, la poesía de Milanés está caracterizada por un aire romántico, una línea intimista, delicada y sencilla, en la cual también se aprecia una manera peculiar de plasmar la naturaleza, versos de gran arraigo popular y obras satírico costumbristas:
“Algunos críticos han visto a su enfermedad mental como causante de los rasgos singulares de la poesía de Milanés, mas lo cierto es que el vate yumurino por locura, por puro genio, o por ambos, tenía muy claro cuál era la poesía que quería hacer, aunque esto significara romper con el canon literario al uso, y que sus piezas fueran desiguales por momentos, pero se interesaba por hacer versos naturales y espontáneos con un tono muy personal y su propio subjetivismo lírico, donde descuellan, igualmente, su capacidad para la imagen y la metáfora, y su acendrada cubanía”.
Asimismo, destaca el interés de Milanés por las aristas sociales y la filosofía moral en su obra, asida de los sentimientos patrióticos y antiesclavistas, como es el caso del poema El negro alzado.
Para Salvador Arias, Doctor en Ciencias Filológicas e investigador en el Instituto de Literatura y Lingüística: “Se suele, incluso, achacar al desequilibrio mental del autor el desaliño con que cumplía las consabidas ‘reglas literarias’, canon epocal para determinar el ‘grado poético’ de una composición. Pero la voluntad de hacer un verso tan ‘natural como espontáneo’ estaba tan arraigada en Milanés que no dudaba en contravenir sin ambages a Domingo del Monte, como se constata en su carta del 1o de agosto de 1837, donde se defiende de las críticas que su mentor le hace, afirmando que ‘la verdad gramatical no se da la mano muchas veces con la natural y entonces es preciso dejar hablar a la imaginación’, porque ‘si no hay imaginación en poesía, dónde la ha de haber?’”.
Más allá de su vida personal, José Jacinto merece ser recordado por su originalidad y entrega. En el seno de una sociedad que comenzaba a identificarse como cubana, en él estuvieron algunas señas tempranas de esa identidad y de la aprehensión de sus motivos vitales. Cómo resalta con justeza Arias:
“De todos nuestros poetas románticos de la primera generación es Milanés el de tono más personal, con un subjetivismo lírico capaz de abrirse a insospechados matices. Es romántico y seguidor de Víctor Hugo, según las indicaciones del inevitable Del Monte. Sin embargo, Del Monte y Víctor Hugo solo harán resaltar ciertas preocupaciones, sociales y estéticas, que ya existían en él. Además, la singularidad del autor matancero respecto a nuestros poetas de la primera generación romántica (Heredia, Plácido, la Avellaneda, etc.) tiene una primera base en este terreno de las influencias literarias más allá del mismo Romanticismo, ya que es el único de ellos que en cuanto a los modelos de su propia lengua consigue casi deshacerse de los engorrosos neoclásicos y prerrománticos españoles, con el rimbombante Manuel José Quintana a la cabeza. Esto lo logra al escoger sus modelos entre los líricos hispanos anteriores al siglo XVIII, en especial Lope de Vega, cuya lectura parece haber iniciado desde la adolescencia. Por eso su romanticismo tendrá una frescura distinta, que explica la afirmación de Max Henríquez Ureña de que ‘nadie antes que él había traído al movimiento romántico de habla española acentos de tan íntima emoción’”.