José Martí, el presidio político y la noción del bien

José Martí, el presidio político y la noción del bien

Ante la incorporación de un condiscípulo incorporado al ejército español, José Martí y Fermín Valdés Domínguez redactan una carta dirigida a Carlos de Castro y de Castro, en la cual le reprochaban su apostasía e incidían las repercusiones en el contexto social tras la contienda iniciada el 10 de octubre de 1868.

La carta estaba fechada el 4 de octubre de 1869. En esa misma jornada un grupo de voluntarios registraron la casa de Fermín y encontraron escritos y periódicos separatistas en favor de la independencia, además de la referida misiva. Por tal motivo, Martí fue arrestado el 21 de octubre. Lo acusaron de infidencia y fue trasladado a la Cárcel Nacional, en la cual estaban recluidos los hermanos Valdés Domínguez con sus amigos.

“Después de cinco meses, el 4 de marzo de 1870, los jóvenes fueron juzgados por un consejo de guerra ordinario donde José Martí defendió con calor sus ideas y sostuvo firmemente que era el único autor de la carta. El día 22 el tribunal dictó la sentencia: José Martí fue condenado a seis años de prisión en el Presidio Departamental de La Habana; Fermín Valdés Domínguez a 6 meses de arresto mayor en la fortaleza de La Cabaña; Eusebio Valdés Domínguez y Atanasio Fortier fueron deportados y Santiago Balbín y Manuel Sellén quedaron en libertad”, afirmó el periodista Jorge Oller.

Tras la condena Martí vivió la experiencia del presidio. Por la intervención de sus padres le redujeron la condena y salió expatriado a España en la cual publicó Castillo y luego El presidio político en Cuba, ambos en 1871. En ellos denunció su paso por la cárcel y el tratamiento sufrido en ella.

“El estremecimiento que provoca la violencia del texto, comprimido en pocas páginas, se sostiene, antes que nada, y más allá de la perentoria invocación al lector, en la audacia con que Martí asume el gesto de la escritura, la osadía con que se sumerge en los secretos de una práctica que ejercerá casi hasta el último minuto de su vida. Se conjugan aquí muchos de los saberes que rodean el sentido del escribir, entre otros, el saber de qué escribir y el saber de las formas, de las retóricas que posibilitan producir significación”, expresó Noé Jitrik en Los grados de la escritura.

El sacrificio, el desprendimiento y la absolución vista en la ayuda a los demás están referidos en ese texto como un colofón de superación. Martí denunció los atropellos cometidos por las autoridades españolas en el presidio. Nicolás del Castillo, Juan de Dios, Lino Figueredo, Tomás y Ramón Rodríguez aúnan las figuras del convencimiento en reflexiones adscritas en una denuncia frontal al sistema penitenciario colonial y a la situación de Cuba.

Con madurez y entereza, Martí presenta a la sociedad española el retrato de la realidad vivida en el presidio. En él la angustia personal es opacada por el servicio de ayuda al prójimo: “¿A qué hablar de mí mismo, ahora que hablo de sufrimientos, si otros han sufrido más que yo? Cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo para llorar lágrimas?”.

Como acertadamente manifestó Rosa María García Vargas:

“Asombra que siendo tan joven Martí haya podido enfrentar la humillación y el maltrato, la crueldad de los golpes físicos y morales; sin embargo, en el texto se destacan más los dolores ajenos que los propios, la frustración por no poder evitar los males del horrible lugar para proteger a los desvalidos que cercanos a él llegaron a convertirse en su preocupación fundamental.

“La convicción del preso político lo hace crecerse ante aquella situación y su alegato es denuncia, es grito de dolor, pero también de reclamo ante las injusticias; es denuncia de los vejámenes que presenció, y es un llamado a quienes pensaban como él en un futuro mejor para Cuba, futuro concebido sin metrópoli, disfrutando de la libertad conquistada al precio de cualquier sacrificio”.

Conminado por las circunstancias salió a flote con la certeza de la necesidad ulterior por la cual lucharía el resto de su vida. “Martí es tanto el poeta que sacrifica su obra literaria por su convicción política como el líder cívico que organiza una guerra ‘sin odios’ –porque no hay otra manera de lograr la independencia– y se inmola en los campos de la isla, reeditando sobre su propio cuerpo el sacrificio de Jesús”, expresó Rafael Rojas.

El convencimiento de la justeza de la causa independentista fue bautizado por las eventualidades del presidio. El azar de la vida y las circunstancias no dirimieron el faro cardinal en el accionar del Apóstol, quien en aquellos momentos afirmó: “El orgullo con que agito estas cadenas, valdrá más que todas mis glorias futuras; que el que sufre por su patria y vive para Dios, en éste u otros mundos tiene verdadera gloria”.

Lázaro Hernández Rey