José Martí: “ponernos de pie, y decir: ¡Presente!”

“Me parece que veo cruzar, pasando lista, una sombra colérica y sublime, la sombra de la estrella en el sombrero; y mi deber, mientras me queden pies, el deber de todos nosotros, mientras nos queden pies, es ponernos de pie, y decir: ¡Presente!”. Así recordó José Martí en 1890 los instantes gestacionales de la epopeya, en un discurso conmemorativo pronunciado en Hardman Hall, en Nueva York.
La fecha del levantamiento en La Demajagua constituyó un hito permanente, pero cuando aún se gestaba la lucha para continuar, luego del fracaso relativo de la Guerra de los Diez Años, nuestro Héroe Nacional José Martí se convirtió en defensor de la celebración del 10 de Octubre cuando radicaba en Estados Unidos, específicamente en Nueva York, y organizaba las fuerzas de los cubanos para la pelea contra el sistema colonial y por la emancipación de la Patria.
En cinco ocasiones, cinco años consecutivos (de 1887 a 1891), pronunció memorables discursos en los cuales quedó plasmado su pensamiento y acción para unir a los cubanos que se encontraban en el exilio y reiniciar la contienda, luego de unos veinte años de ocurrida la insurrección primaria, y aprovechó la existencia de una emigración revolucionaria, patriótica, capaz de luchar con todas sus fuerzas por la libertad y romper, sin comprometimientos, las cadenas de la esclavitud.
“¿No sentís, como estoy yo sintiendo, el frío de aquella sublime madrugada?”, así expresaba en el primero de aquellos discursos, en 1887. Y le recordaba una y otra vez, de manera sucesiva, a los cubanos en el exterior y a los que estaban en su tierra, que nunca se olvidaría el 10 de Octubre, porque lo debíamos sentir como un homenaje a los guerreros que empuñaron el machete, dejaron las comodidades, liberaron a los esclavos y los llamaron hermanos, renunciaron a las riquezas materiales por las de espíritu, a “los que cayeron sobre la tierra dando luz, como caen siempre, los héroes”.
La batalla de Martí en el plano de las ideas perseguía mantener encendida la antorcha de la Guerra Necesaria, como él mismo la definió; justa, sin ensañamientos, como le atribuían los malintencionados y los anexionistas que aparecían por aquellos años
Latente en cada diálogo con los tabacaleros, los periodistas, los maestros, en fin, con los cubanos emigrados, estuvo la exhortación a entregarlo todo por la Patria y argumenta en sus discursos que no sería precipitado volver a la carga, ya que las condiciones eran cada vez más propicias para unir todos los elementos y empuñar las armas, porque se había incrementado la miseria a la que tenía sumida España a Cuba, lo que provocaba de inmediato la protesta con el brazo en alto, empuñando el machete.
Y define la situación como un fin inevitable de compromiso. para los de adentro y los de afuera. Sus ideas llegan hasta nuestros días con una enorme vigencia, porque proclama con gran fervor patriótico y definitorio que “las aves indecisas, para protegerse mejor, se agregan a la bandada”.
José Martí, armado de todos los poderes de la palabra, hizo del 10 de Octubre una tarea redentora. No faltó en sus discursos de esos cinco años el énfasis en la confianza que los cubanos debían tener en aquellos que, de una forma u otra, tenían la responsabilidad de organizar y desarrollar la batalla.