La enfermería cubana cuenta con el ejemplo de Victoria Brú Sánchez

Con una vida dedicada al servicio, la enfermera cubana Victoria Brú Sánchez ejemplifica la abnegación y el amor incondicional hacia sus semejantes, hasta el extremo de ofrecer su propia vida.
Nacida el 3 de junio de 1876 en el poblado de Managua, actualmente municipio de Arroyo Naranjo, en La Habana, desde temprana edad manifestó una profunda vocación por el cuidado de los enfermos, atendiendo a familiares y vecinos en su comunidad. Esta inclinación natural la llevó a ingresar, en 1903, en la Escuela de Enfermeras del Hospital Número Uno, hoy Hospital General Calixto García, de donde egresó en 1906.
Tras su graduación, su carrera se caracterizó por el rigor y el compromiso. Inicialmente laboró en el hospital de Remedios, y posteriormente, en el centro hospitalario donde había llevado a cabo sus estudios, permaneciendo allí hasta 1909, cuando fue nombrada superintendente de la Escuela de Enfermeras de Santiago de Cuba, reemplazando a las norteamericanas que ocupaban allí cargos directivos durante la intervención estadounidense en Cuba. A continuación, dirigió instituciones en Camagüey y el Hospital Psiquiátrico de La Habana, conocido como Mazorra.
El 21 de enero de 1910 asumió la superintendencia del Hospital Número Uno y su escuela, cargo que desempeñó durante cuatro años. El 14 de marzo de 1914 fue transferida al hospital de Cienfuegos con funciones similares, ganándose pronto el respeto de la comunidad por su entrega a los enfermos más necesitados.
Durante la epidemia de influenza que 1918 devastó Cuba, en particular Cienfuegos, al conocer la magnitud de la crisis, Victoria se reincorporó voluntariamente a sus tareas, pese a estar de licencia médica por problemas de salud. En ese período, dirigió brigadas de estudiantes de enfermería en los barrios más pobres, visitando casa por casa para aislar a los enfermos, aplicar medidas higiénicas, atender a los niños y brindar consuelo a los moribundos.
Durante esa labor, contrajo la enfermedad y permaneció postrada varios días. A pesar de su estado, al notar el recrudecimiento de la epidemia, volvió a sus labores, pero su cuerpo debilitado sucumbió a un segundo contagio el 7 de diciembre de 1918, cuando contaba 42 años de edad.
La heroica actitud de Victoria Brú Sánchez fue reconocida en homenajes póstumos; su entierro en Cienfuegos fue una manifestación masiva de dolor. Los periódicos locales dedicaron amplias páginas a su memoria, y el hospital de la ciudad nombró una sala en su honor, con una placa conmemorativa. En 1924, se instauró el Día de la Enfermera Cubana, celebrado cada 3 de junio en homenaje a su natalicio, hasta 1972 cuando se unificó con el Día del Trabajador de la Salud.
La imagen de Victoria también se muestra en un sello postal emitido en 1957, con una tirada de dos millones de ejemplares, y un busto suyo perdura en la Dirección Provincial de Salud de Cienfuegos, como testimonio de su memoria. Durante la pandemia de la Covid-19, su ejemplo fue invocado para destacar el papel fundamental de los enfermeros cubanos, tanto en el territorio nacional como en misiones internacionales, como el Contingente Henry Reeve. Su vida se estudia en Cuba para fortalecer la vocación y la responsabilidad moral en las nuevas generaciones de enfermeros.
La historia de Victoria Brú Sánchez es un poema a la resiliencia humana, a la vocación de servicio, a la solidaridad y a la abnegación sin límites que la llevó a cumplir con su deber, incluso a costa de su propia existencia. Su ejemplo vivo continúa inspirando a tantos que eligen la enfermería como su profesión.