Leopoldo Pérez Ulloa, uno de los grandes de la música cubana

Uno de los grandes de la música cubana del siglo XX fue Leopoldo Pérez Ulloa, que enriqueció con su obra diversos géneros, principalmente el bolero, dotándolos de una identidad genuinamente nacional.
Solía decir que mientras era concebido por sus padres, éstos escuchaban un bolero. Su legado es de una gran importancia para la música de Cuba y reconocido a nivel internacional.
Nacido el 31 de octubre de 1931 en la habanera barriada de Luyanó, no escapó de las dificultades de su época.
Siendo niño se trasladó al poblado de Catalina de Güines –en la actual provincia de Mayabeque–, con su familia, donde tuvo que trabajar en la agricultura y para asistir a la escuela recorría diariamente a caballo una distancia de 44 kilómetros.
Fue en ese entorno rural que concibió sus primeras canciones. Desde joven escribía “en cualquier papel y con un mochito de lápiz” sus experiencias de vida que, luego servirán de temas a sus composiciones musicales, como su primera desilusión amorosa que le inspiró la canción Un amor entristecido.
Convencido de que su camino era el de la música, y con una voluminosa obra ya en ciernes, decidió retornar a la ciudad capital cubana en busca de orientación y después de tropezar con muchas dificultades en indiferencia, logró contactar al ya destacado compositor Walfrido Guevara, quién le enseñó la técnica de la composición y le facilitó el contacto con orquestas populares y célebres artistas, con lo que pronto sus primeras creaciones llegaron al público.
Primero incursionó en la guaracha, el son y el guaguancó, pero al cabo de un tiempo percibió que el bolero moruno era lo que mejor se le daba.
De su repertorio recordemos temas emblemáticos como, En el balcón aquel, Si pudiera verte, Pasión sin freno, Mi suplica de amor, Como nave sin rumbo. Ojos morunos, Me equivoqué, Moriré de amor, Canto a mi propia vida, y otros muchos más que han gozado de popularidad al ser interpretados por icónicas voces, como las José Tejedor, Lino Borges, Moraima Secada, Gina León, Roberto Sánchez, el dúo de Clara y Mario y también por agrupaciones como la Sonora Matancera, Saratoga y Rumbavana.
Su muerte, ocasionada por las lesiones recibidas en un accidente del tránsito, ocurrió el 6 de enero de 2003, pero su legado perdura y perdurará, en tanto haya amantes de la buena música romántica y cantores dispuestos interpretar sus canciones.