Mantici y la disputa contra la desmemoria
No era un improvisado, ni un agregado, ni alguien con dudas existenciales en su cotidianidad. Enrique González Mantici fue uno de los compositores cubanos que con más apego defendió la cultura de la tierra que lo vio nacer y partir a la posteridad.
Paradójicamente a ese empeño, su obra no fue referenciada en demasía por sus coterráneos, a lo cual se suma el hecho de que en su tiempo no realizó muchas grabaciones de conciertos en vivo. Sin embargo, el legado de Mantici permanece por méritos propios en el amplio espectro de quienes trabajaron por acercar el conocimiento clásico a las raíces populares de la música cubana.
La conjunción de la formación clásica y lo folclórico tuvieron en su carrera la virtud de ofrecer una suma en la cual esos elementos, sin ser homogéneos, lograban confundirse en una mezcla con los méritos suficientes para colocarlos en su justo lugar, cual apogeo loable de las creaciones nacidas en un intelecto como el suyo. Piezas como Tríptico Cubano, Guerrillero, El circo, Mestiza, Cimarrón y Sinfonía concertante ofrecen muestras de ello. En palabras del compositor José Ardévol, Mantici: “(…) se ha caracterizado, como compositor, por un nacionalismo franco y directo y [por] la eficacia de la orquestación”.
Su trabajo como compositor, de acuerdo con la investigadora Liettis Ramos González, estuvo marcado por la defensa de la identidad musical cubana, por un criterio, según el cual el pueblo es capaz de reconocerse, habida cuenta la integración y síntesis de elementos mayormente foráneos en ese proceso.
De igual modo, la solidez de su formación como violinista tuvo una expresión en su posterior labor como director de orquesta en los escenarios más exigentes. Desde su labor como director musical de la Compañía de Ballet Alicia Alonso (actual Ballet Nacional de Cuba), como director de la emisora radial Mil Diez, de la orquesta Riverside (fundada por él) o en la dirección del circuito de radioemisoras CMQ, Enrique demostró la valía de su experiencia y el refinamiento de ideas y concepciones de orquestación. Condujo, asimismo, la orquesta sinfónica de la Escuela Nacional de Arte durante dos cursos a partir de 1968 de forma gratuita y donó sus honorarios al proceso revolucionario.
“Para Mantici ser un artista de vanguardia significaba estar a la cabeza en los procesos fundacionales en pos de la cultura. Ser la avanzada en las transformaciones sociales que acercaran la cultura musical nacional e internacional al pueblo pues para este creaba; porque este era el gestor y dueño de esa cultura y por tanto debía verse representado en ella. Velar por el correcto funcionamiento y el cuidado de los logros alcanzados en tal sentido.
“Sin embargo estas transformaciones no significaban para él una ruptura del lenguaje musical tradicional, en cuanto al tratamiento de medios expresivos como la armonía, la melodía, el ritmo o el timbre instrumental”, afirma Liettis, quien también añade que fue:
“Un hombre reconocido por la historicidad musical cubana como representante insoslayable del quehacer cultural en el país y fuera de este, contribuyendo a colocar la imagen de Cuba en lo más alto de la estima artística internacional”.
La investigadora Ivón Peñalver, a su vez, refiere cómo Mantici constituyó una de las voces más elevadas en el entramado no solo de la radio sino de la cultura en general: “Dignificó a Cuba desde un universo abierto de sensibilidades sonoras para un público que demandaba del disfrute de un saber espiritual, que tuviera como referentes los códigos de la creación humana más autóctona”.
El recuerdo de su vida y obras, por ende, constituyen bálsamos temporales frente al olvido y exclusión de esta figura a menciones tangenciales en las páginas de la historia de la música cubana.