María Teresa Vera y su sello indiscutible

María Teresa Vera y su sello indiscutible
Foto: Cuba PLUS Magazine

Aquellos cantares primeros de la joven María Teresa Vera llenaban siempre los resquicios vacíos en cualquier lugar donde se presentara, tal era la calidad de su voz, de sus timbres exclusivos. De esta manera, se fue fraguando el tejido de una de las más grandes leyendas de la trova cubana y una de las más largas y sólidas carreras artísticas que ha conocido el amplio cancionero cubano.

Había nacido en Cuba esa leyenda viviente. Comenzaba apenas con 16 años de edad un bregar extraordinario, dedicado por entero a la música, en un dúo con Rafael Zequeira. Y lo hacía desde entonces, cuando las más connotadas tandas de trovadores, se disputaban a esta muchacha de cuerpo menudo y frágil, aunque de un recio temperamento artístico.

Pero lo cierto es que no sería hasta sus 19 años en que ocurriría la feliz impronta de María Teresa en el mundo fonográfico, en el que la ausencia de micrófonos no resultó impedimento para que nuestra cantante dejara su estela.

Rafael Zequeira y María Teresa Vera Foto: Wikipedia

Para suerte de este país y de los que admiraron su arte, su trayectoria musical se extendió por más de cincuenta años, en los que fue en ascenso su calidad como cantante, compositora y guitarrista, no así el estudio y reconocimiento de sus aportes.

Al cantar, lo hacía con un estilo único, inigualable. De las 183 canciones que grabó durante su trayectoria musical, muchas fueron como solista, pero fue con Zequeira con quien más lo hizo, acumulando unas 149 obras. Y después con Floro Zorrilla, Higinio Hernández, Ignacio Piñeiro, Manuel Corona… y este último figuraría siempre en el repertorio de la artista, por ser el compositor con el que alcanzó mayor identificación profesional y humana.

Con la experiencia en dúos, fundó el Sexteto Occidente, y volvió a su formato inicial con Lorenzo Hierrezuelo, quien la acompañó por más de veinticinco años. Su formación autodidacta no fue obstáculo para crecer como intérprete y diferenciando los estilos, desde la guaracha, rumba, clave, criolla, canción y bambuco hasta el son, bolero…

La autora musical de la famosa e inmortalizada habanera Veinte años (escrita por Guillermina Aramburu en 1935), no pasa inadvertida desde aquel momento hasta la contemporaneidad. Muchos y valiosos han sido los artistas cubanos y foráneos que la han interpretado.

Son indiscutibles sus altos valores musicales en cada interpretación, acompañada siempre de su guitarra segunda, la que tocaba con gran vigor y precisión. Y qué decir de temas inolvidables en su voz como Boda Negra, Longina, Mercedes, Porque me siento tan triste, ¡entre otras tantas reconocidas!

No hay un día sin que alguna de las canciones que interpretó se escuche en la radio y la televisión, o ya sea en una descarga con amigos. Son muchos los que se dejan seducir por su estilo, por la historia de su vida, por la serenidad con la que enfrentó las críticas y las miradas indiferentes de su época.

A María Teresa se le valora con todo merecimiento como la más alta expresión femenina de la canción trovadoresca cubana, que ha trascendido en el tiempo con su obra y su carisma, muy cubana, que logró derribar las barreras de lo común, una artista en toda la extensión de la palabra.

Como cada año y en ocasión de conmemorarse ahora el aniversario 130 de su natalicio, justo frente a su hogar de nacimiento en Guanajay, personalidades de la cultura y la población en general se congregan para recordarla con gran orgullo, allí donde se mantiene viva su impronta en la cotidianidad del presente: en su parque, en el teatro, en sus calles….

También se le recordará desde los más profundo de los sentimientos al pasar por el sitio marcado con el número 201, de la capitalina calle de San Lázaro, entre Escobar y Lealtad, donde estuvo enclavado el solar La Maravilla, lugar de residencia de María Teresa Vera (1895-1965) y su familia, y donde, en octubre de 1918, Manuel Corona escribió su inmortal Longina, que nos hace emocionados perpetuarla en su voz.

Ana Rosa Perdomo Sangermés