Mariana Grajales, inspiración constante

Mariana Grajales, inspiración constante
Foto: Radio Rebelde.

«¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle de frente al enemigo de su país, veía a la madre de (Antonio) Maceo con su pañuelo a la cabeza, y se le acababa el temblor!»; así hablaba José Martí sobre Mariana Grajales, en el periódico Patria, a raíz de la muerte de la excepcional patriota.

Y esa era ella, efectivamente. Había permanecido en la manigua, junto a toda su familia, los diez años que duró la guerra desde octubre de 1868, compartiendo la vida azarosa de aquellos momentos y dando aliento a todos, a la par que curaba heridos y conminaba a cada uno de sus hijos a la contienda.

Su espíritu de lucha y de firmeza han sido la guía y ejemplo para las sucesivas generaciones de cubanas y cubanos. Madres de la estirpe de Mariana han ofrendado la vida de sus hijos por la libertad de Cuba y otros pueblos del mundo. Las féminas, con el sacrificio y el espíritu de resistencia en este tiempo, se empeñan en llevar adelante el trabajo en fábricas y campos, la ciencia, la investigación, el estudio, la defensa, la cultura…

Aquella mulata humilde y de baja estatura que los mambises y pobladores del Oriente de Cuba conocieron como Mariana, la madre de los Maceo, entregó lo más valioso de sus 78 años de vida a su Patria y, a la distancia de 130  noviembres de su desaparición física, se le recuerda de manera entrañable y querida, con  el reconocimiento merecido de ser la Madre de la Patria.

Esta excelsa mujer ha representado siempre la valentía y el patriotismo de las madres y féminas cubanas, porque no escatimó la vida de los suyos por lograr el objetivo supremo de liberar su tierra. De sus  nueve hijos varones, siete murieron en la guerra, todos con grados alcanzados a fuerza de coraje en numerosos combates. Esa era su obra hecha hombres.

Treinta años después de su muerte, y como era su voluntad, sus restos mortales fueron trasladados desde Jamaica a Cuba con todos los honores. En el cementerio Santa Ifigenia, muy cerca de Martí y Fidel, descansa para siempre junto al homenaje constante y agradecido de su pueblo.

Ana Rosa Perdomo Sangermés