Mella es bandera alentadora y ejemplar de la Revolución

Mella es bandera alentadora y ejemplar de la Revolución

Aquel joven conocido como Julio Antonio Mella, “vigoroso, atlético, con su rostro como tallado a hachazos, con su mirada penetrante y voluntariosa”, según la descripción de Alejo Carpentier, ingresó en la Universidad de La Habana en 1921 y desde entonces tiró, resuelto, las primeras lanzas contra las instituciones de una república envilecida y enajenada por el imperialismo, donde imperaba la corrupción y la explotación de las masas.

Nadie en tan poco tiempo pudo haber sembrado tan decisivas semillas para la historia de su pueblo. A la distancia de 120 años de su natalicio, Mella se eleva en su estatura de fundador, pues tuvo el mérito de ser el guía de la generación heroica que, en la década de 1920, irrumpe con fuego revolucionario en el sombrío panorama nacional.

Este joven audaz, de andar y gestos firmes, enérgico, aglutinador, líder natural, querido y respetado, supo materializar como nadie su inconformidad y deseos de hacer con el accionar constante y la capacidad transformadora de la realidad.

Pronto se convertiría en el principal receptor de las ideas reformadoras: la lucha por la educación pública, gratuita y de calidad, la depuración del profesorado, superando incluso estas concepciones progresistas al comprender la imposibilidad de una verdadera reforma educacional sin una revolución social previa.

La celebración del Primer Congreso Nacional de Estudiantes hace casi una centuria, en octubre de 1923, promovido por Mella como presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), representó un salto cualitativo en las proyecciones revolucionarias del estudiantado universitario. En dicho evento, consiguió la aprobación de su moción sobre Declaración de los Derechos y Deberes del Estudiante, donde se subrayaba:

“El estudiante tiene el deber de divulgar sus conocimientos entre la sociedad, principalmente entre el proletariado intelectual, debiendo así hermanarse los hombres de trabajo, para fomentar una nueva sociedad, libre de parásitos y tiranos, donde nadie viva sino en virtud del propio esfuerzo”.

Allí, además, sus participantes más radicales acordaron declaraciones de carácter antimperialista. Poco después, en noviembre de ese propio año, con la apertura de la Universidad Popular José Martí, se firmó la unidad entre los estudiantes y los trabajadores revolucionarios propulsada por Mella. Por su intensa labor de proselitismo marxista – leninista en el campo teórico y práctico, llegó a convertirse más tarde en una de las figuras principales del movimiento comunista cubano. Ya para entonces había despuntado como un orador extraordinario.

Continuó esa línea liderando las acciones populares en defensa de la soberanía de Cuba sobre Isla de Pinos y la protesta por la presencia del barco Italia, que realizaba un recorrido de propaganda del régimen fascista de Benito Mussolini (político, militar y dictador italiano) por diversos países.

A la vez, con la constitución de la Asamblea Universitaria, que sustituyó a la Comisión Mixta de profesores y estudiantes, la lucha por la Reforma de los Estatutos de la Universidad y la Ley de Autonomía alcanzó un plano superior. De este modo, Mella como combatiente en la vanguardia de los estudiantes y obreros revolucionarios fue considerado un poderoso enemigo por las autoridades universitarias y gubernamentales reaccionarias.

Como un martiano fervoroso desde que por primera vez vio abrirse ante sí los brazos del Alma Mater, hizo una interpretación científica del pensamiento y la obra de José Martí; fue latinoamericanista y antimperialista a toda prueba, de manera profunda y raigal; apoyó las causas justas de su tiempo; supo ser el vínculo de la generación mambisa con la nueva vanguardia juvenil; cuando en un amanecer una gigantesca bandera cubana cubría la entonces estrecha entrada de la Colina Universitaria, se anunciaba ante la historia que eran los estudiantes los protagonistas verdaderos de la renovación en la enseñanza liderada por él.

Fundó también, convencido de sus ideales, el Primer Partido Comunista marxista leninista junto a Carlos Baliño. Ese era Mella, no en palabras ni doctrinas vacías, sino en el papel y la misión de la juventud cubana.

En Julio Antonio Mella se reunieron extraordinarias virtudes morales, humanas y revolucionarias que dejaron definida su personalidad como ejemplo para las siguientes generaciones. Su dignidad lo llevó a poner el valor de la fidelidad a la causa por encima de otros valores, generando su voluntad de lucha ante las dificultades y ante lo mal hecho, así como su capacidad de resistencia, porque su confianza era ilimitada: “Todo tiempo futuro tiene que ser mejor”.

Ana Rosa Perdomo Sangermés