Mella, lección clara y ejemplar para los jóvenes de hoy

Mella, lección clara y ejemplar para los jóvenes de hoy
Foto: Prensa Latina.

Sabía firmemente Julio Antonio Mella a dónde iba. Guía sin quererlo; más bien, antes que eso, líder revolucionario de la nueva generación cubana; su figura y su gesto -más allá, su pensamiento- significaban un desafío violento contra el pasado reaccionario y aquel presente cómplice. Lo debían emular los políticos de su tierra, vacíos y mediocres, oradores huecos  y huérfanos de ideas.

A sus 25 años, exactamente lo que duró su vida, era el vértice del triángulo de la política de su país. Y era más que eso. Su figura se delineaba en el continente con contornos precisos y armoniosos. Era el verbo y la acción de la batalla antiimperialista: despiadado, rebelde e irreverente.

El Gobierno de turno en Cuba, presidido por Gerardo Machado, conocía perfectamente que, tarde o temprano, se le iría de las manos, por el poder que tenía en su fortaleza ideológica y su vínculo con las masas, especialmente con los estudiantes y trabajadores. Después de ver desacreditados a los políticos de la época, el único que quedaba en pie, erguido como una promesa de triunfo, joven y con sus poderosas armas, era Mella. Por eso se le decretó la muerte como destino, hace ya 95 años.

Algunos han tratado de profanar su radicalismo e interpretar con mediocridad su espíritu revolucionario. Pero no se podrá nunca olvidar la interpretación científica que hizo del pensamiento y la obra martiana; no se podrá hablar de él sin tener presente su latinoamericanismo, su profundo y raigal antiimperialismo, su apoyo incondicional a las causas justas de su tiempo.

No se podrá hablar del joven Mella y olvidar su papel en la continuidad del único proceso revolucionario que ha existido en Cuba, vinculando a la generación mambisa con la nueva vanguardia juvenil; no se podrá olvidar su vocación de fundador, que constituyó la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), la Universidad Popular José Martí y el Primer Partido Comunista de Cuba, ni valdrá obviar su militancia marxista leninista. Ese era Mella, no en palabras ni doctrinas vacías, sino en el papel y la misión que hoy le toca asumir a la juventud cubana, ya que él es lección clara y ejemplar para los jóvenes de hoy.

¡Hay que seguir multiplicando el espíritu de Julio Antonio Mella!, en el estudio y en el trabajo, en la interpretación de la realidad actual, en el constante aporte a la Patria y a la sociedad, en el activismo constante, en la necesidad de transformación, en la aptitud que urge a cada momento. Porque Mella fue y sigue siendo un canto de amor a la vida.

Ana Rosa Perdomo Sangermés