Mientras se ablandan los «frijoles colorados», habla Verónica Lynn

Matilde y Federico, empeñados en defender de una rata imaginaria una olla de frijoles colorados que no acaban de ablandarse, bien pudieran ser cualquier pareja de ancianos solos, medio dementes y metidos más en sus recuerdos que en la realidad del presente, como muchas de las que existen en una sociedad cada vez más envejecida y que enfrenta el reto de prepararse ante esa situación demográfica.
Interpretados magistralmente por la nonagenaria Verónica Lynn y por Jorge Luis de Cabo, los únicos personajes de esta obra devienen esencia de lo que somos los cubanos: persistentes en nuestros propósitos de conseguir lo que queremos y defenderlo al precio que sea necesario.
Frijoles Colorados es también un monumento al amor de una pareja que resiste los embates del tiempo, al punto de pensar, en medio de la desmemoria, que son hermanos en lugar de marido y mujer. Sus diálogos, no tan absurdos, se convierten en reflejo de los tiempos actuales, con temáticas como la migración y la ancianidad, abordadas muy sutilmente, desde la sapiencia de un guion muy bien concebido.
La sala de teatro Tassende, de la ciudad de Camagüey, se convirtió también en una extensión de las aulas de actuación de la Academia de las Artes Vicentina de la Torres, donde futuros actores y actrices disfrutaron, más allá de magistrales interpretaciones, también de una Verónica en plenitud de forma física, a sus 93 años, y con 70 sobre los escenarios. Se sentó en el suelo, se paró y hasta trepó a una mesa, como una lección de vida, de amor por lo que se hace, y también de cuánto hay que cuidarse y entrenar el cuerpo.
Al concluir la presentación y todavía en la escena, Verónica conversó con Granma sobre la importancia de un Festival de Teatro como el de Camagüey, que reúne lo mejor de las puestas nacionales y lo pone a disposición de un público como el de esta urbe.
«Estoy muy contenta porque el teatro está retomando lo que fuimos como parte imprescindible de lo que somos. También es positivo retomar el género comedia, porque permite decir cosas sin necesidad de hacerlas explícitas, y más en la comedia del absurdo que, como género realista, todo lo que plantea parte de la realidad».
Sobre la obra, Verónica reflexionó que su mayor valor es poner a pensar al público. «Sabemos que el pasado no es mejor, pero es nuestro pasado, tiene parte importante de nuestra formación, de lo que somos en la actualidad.
«Yo quisiera vivir un poquito más de años, pero siempre con esta energía. Cuando yo pierda energía para pararme arriba de un escenario y representar un personaje, ya habré cumplido con mi misión, y habrá llegado el momento de decir hasta luego».
Para esta estrella de las tablas cubanas, el Festival de Camagüey tiene un especial significado: «me da una alegría enorme que se mantenga; si me ponen a elegir entre el Festival Internacional y el Nacional, priorizo este, por el empeño que le ponen. Alguien tiene que guardar la memoria de lo que es el Festival de Camagüey, porque aquí viene lo mejor del teatro cubano y tuve el orgullo de que me seleccionaran otra vez.
«Algo buenísimo que tiene esta ciudad es su público. El pueblo camagüeyano es muy inteligente, agradable, solidario, cálido en su demostración de afectos; eso hace que cada reencuentro sea incomparable».
Sobre el porvenir de la escena cubana avizoró: «el presente y el futuro están sobre los hombros de la gente joven. Estos muchachos que están ahora en las academias serán los que compartirán con aquellos como yo, que ya tenemos unos cuantos años de trabajo. Se avecina, porque lo vemos en muchachas y muchachos con muchas potencialidades, un futuro de grandes artistas».
Fuente: Granma/Jorge Enrique Jeréz Belisario